El orden público, su paz de cementerio, fue uno de los logros que Trujillo mostraba siempre orgulloso. Un dicho popular afirmaba que en el país había tan poca delincuencia, que se podía dormir hasta en las aceras. Los delitos comunes- hurtos de poca monta y robo con escalamiento-aunque ocurrían, un código no escrito especificaba que una reincidencia equivalía a la muerte. La ley de fuga, una inexplicable forma de encubrir ejecuciones clandestinas, era muy popular en esa época y eran llevadas a cabo por militares de confianza, a quien generalmente Trujillo asignaba también la sucia tarea de limpiar comunidades revoltosas.
Por eso, resultó insólito el asalto realizado por un grupo a una sucursal del Royal Bank en Santiago una fría mañana de noviembre de 1954. Los ladrones, que alegaron estar dirigidos en su acción por un Ser superior, fueron apresados en breve tiempo y en un sonado juicio condenados a treinta años. Al poco tiempo mientras realizaban trabajos en un estadio confinado “fueron eliminados al intentar la fuga”. El pueblo entero fue prácticamente llamado a ver los cadáveres esparcidos en la tierra. Dado el ejemplo, al poco tiempo Trujillo sustituyó al Jefe Militar de la Plaza, para, como era su costumbre, desligarse del feo caso, pues el Jefe “nunca estaba enterado de las atrocidades de sus subalternos”
Como vimos, Trujillo igual que muchos de sus colegas dictadores contemporáneos, logró sus objetivos de construir su utopía dictatorial, sólo que algún curioso que le contara los muertos, podría bien preguntarse, tanto Orden y Progreso,
¿POR QUE A TAN ALTO PRECIO?
El orden se preservaba
como nunca se había visto
con un código no escrito
que jamás nadie olvidaba:
Ley de fuga se aplicaba
a ladrones reincidentes
y pequeños delincuentes
si el delito repetían
de seguro amanecían
muertos debajo de un puente
Resultó pues intrigante
saber que un grupito osado
en Santiago había asaltado
un banco muy importante.
Dijeron los asaltantes
que no temían al Poder
pues los dirigía un Ser
de carácter sobrehumano
que de esa terrible mano
los había de proteger.
Fueron todos embaucados
por ese Ser infernal
pues pronto en la Capital
en días fueron capturados.
A treinta años sentenciados
les negó el Jefe el perdón
y los envió al paredón
con la orden de escapar
para con su muerte dar
a este pueblo otra lección.
Por eso, resultó insólito el asalto realizado por un grupo a una sucursal del Royal Bank en Santiago una fría mañana de noviembre de 1954. Los ladrones, que alegaron estar dirigidos en su acción por un Ser superior, fueron apresados en breve tiempo y en un sonado juicio condenados a treinta años. Al poco tiempo mientras realizaban trabajos en un estadio confinado “fueron eliminados al intentar la fuga”. El pueblo entero fue prácticamente llamado a ver los cadáveres esparcidos en la tierra. Dado el ejemplo, al poco tiempo Trujillo sustituyó al Jefe Militar de la Plaza, para, como era su costumbre, desligarse del feo caso, pues el Jefe “nunca estaba enterado de las atrocidades de sus subalternos”
Como vimos, Trujillo igual que muchos de sus colegas dictadores contemporáneos, logró sus objetivos de construir su utopía dictatorial, sólo que algún curioso que le contara los muertos, podría bien preguntarse, tanto Orden y Progreso,
¿POR QUE A TAN ALTO PRECIO?
El orden se preservaba
como nunca se había visto
con un código no escrito
que jamás nadie olvidaba:
Ley de fuga se aplicaba
a ladrones reincidentes
y pequeños delincuentes
si el delito repetían
de seguro amanecían
muertos debajo de un puente
Resultó pues intrigante
saber que un grupito osado
en Santiago había asaltado
un banco muy importante.
Dijeron los asaltantes
que no temían al Poder
pues los dirigía un Ser
de carácter sobrehumano
que de esa terrible mano
los había de proteger.
Fueron todos embaucados
por ese Ser infernal
pues pronto en la Capital
en días fueron capturados.
A treinta años sentenciados
les negó el Jefe el perdón
y los envió al paredón
con la orden de escapar
para con su muerte dar
a este pueblo otra lección.
Rafael Martínez Céspedes
30 de mayo de 2008.
1 comentario:
Pidamos a Dios que esto jamás se repita.
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