lunes, 26 de mayo de 2008

TRUJILLO 19: "EL LARGO BRAZO DE TRUJILLO"


En el 1946 una huelga en los ingenios azucareros puso por única vez en jaque el Gobierno de Trujillo y el líder obrero Mauricio Báez, aunque tuvo la suerte de exilarse, fue muerto por esbirros trujillistas en la Habana en 1950. Pipí Hernández un miembro destacado del exilio dominicano fue muerto a puñaladas, también en la capital cubana en 1955. Andrés Requena autor del libro “Cementerio sin Cruces”, desapareció misteriosamente en Nueva York en el 1952 y la misma suerte la corrió el español José Almoina, autor de la obra “Una Satrapía en el Caribe” quien fue “atropellado” por un automóvil en México en 1957, exclamando al morir: “Fue Trujillo”.

El caso más conocido del alcance del largo y criminal brazo del dictador dominicano, fue el de Jesús Galíndez, exiliado español quien publicó en 1955 su magistral tesis “La Era de Trujillo” que le costó a su autor su secuestro y posterior desaparición en New York en 1956. Este escándalo, dentro del mejor estilo de Trujillo, originó una cadena de crímenes para silenciar testigos que habrían de conducir eventualmente al posterior ajusticiamiento del tirano.

En Santo Domingo, Trujillo era la ley y la dureza y criminalidad de la misma la aprendieron de mala manera muchos exiliados en todo el mundo que pagaron con sus vidas por atreverser a practicar el peligroso oficio de ser antitrujillistas. Como la rata en la fábula de Kafka, los muros del trujillismo ahogaban sus enemigos y a cada rincón llegaba,


EL LARGO BRAZO DE TRUJILLO

De un circo ser trapecista
no era entonces tan riesgoso
como el papel peligroso
de ser antitrujillista.
También ser sindicalista
era un oficio letal
pues la huelga general
era actividad prohibida
y como el cáncer o el Sida
casi siempre era mortal.

Si alguien lograba escapar
no tenía exilio dorado
pues debía estar callado
o su vida bien cuidar.
Trujillo solía mandar
si era enemigo importante
un esbirro itinerante
regalo del dictador
también demonio mayor
de aquel infierno asfixiante.

Su largo brazo alcanzó
autores y periodistas
y a un criollo sindicalista
en la Habana asesinó.
A Galíndez secuestró
y lo hizo estrangular
por supuesto sin pensar
aquel tirano iracundo
que también al otro mundo
su crimen lo iba arrastrar

Rafael Martínez Céspedes

24 de mayo de 2008

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