sábado, 12 de marzo de 2016

MI PARTICIPACIÓN EN EL DESARROLLO DE LA UCMM Y DEL INSTITUTO TECNOLÓGICO DE SANTO DOMINGO (INTEC)


NOTAS SOBRE MI PARTICIPACIÓN EN EL DESARROLLO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA MADRE Y MAESTRA  Y EN LA FUNDACIÓN DEL INTEC.

En el día de ayer, 11 de marzo de 2016, recibí una agradable sorpresa: una llamada desde Miami de mi amigo y hermano Felix Forestieri, cuya relación conmigo se puede ver más abajo, preocupado sobre algunos datos relativos a la historia del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), institución en cuya fundación  ambos tuvimos que ver.

La inquietud de Félix, que ahora hago mía, al parecer, tiene que ver con una nota sobre la fundación del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), institución de cuyo nacimiento fuimos ambos responsables, y cuyo origen según dicha nota es que “las primeras conversaciones sistemáticas que condujeron a la formación del INTEC tuvieron lugar en abril-mayo del año 1971 en la ciudad de Santiago de los Caballeros, cuando un grupo de profesores universitarios tenían la inquietud de crear “una pequeña institución orientada principalmente al ofrecimiento de programas de postgrado en áreas no tradicionales, de programas de educación permanente, de programas para ejecutivos e investigación”.  Esa versión desafortunadamente está totalmente divorciada de la verdad.


Aunque hace ya largo tiempo que pasé página a los eventos y circunstancias que describiré más adelante, quise en primer lugar, en aras de preservar la memoria histórica de esa prestigiosa institución hacer la aclaración que aparece más abajo y en segundo lugar porque coinciden en cuanto a ese período abril-mayo del 1971 a una crisis que sacudió a la Universidad Madre y Maestra en ese mismo período, institución y crisis de la cual formaba parte y que puede prestarse a un mal entendido.  


A continuación la aclaración que envié al amigo Felix Forestieri:

“Aunque me encontraba en Nueva York, bastante lejos de su epicentro, debo confesar que las ondas expansivas del gran terremoto político que fue la Revolución de Abril del 1965 en Santo Domingo me sacudieron y cambiaron de forma radical el rumbo de mi existencia.

A principios de ese año me encontraba impartiendo clases de Tecnología Electrónica y Televisión en el prestigioso Instituto RCA en Manhattan (fundado por el padre de la radio, el sabio y científico italiano Guglielmo Marconi a principios del siglo pasado), cuando recibí la visita de un emprendedor dominicano, el señor José Semorile, quien me propuso formar con él, en la República Dominicana, una empresa para operar un nuevo canal de televisión.

Frente a una propuesta de volver de nuevo a mi patria y a la independencia de un negocio propio, resultó una oferta difícil de rechazar, de modo que presenté mi renuncia al RCA Insitute tanto en mi condición de instructor como de Vice Director del Programa de Enseñanza en Electrónica en Español efectiva el 1ero de mayo del 1965. 

El estallido de la guerra civil el 24 de abril, con el consiguiente cierre de los aeropuertos y la inseguridad personal, sin embargo, me dejó en un limbo económico y moral que duró algunos meses. 

No obstante, puesta ya mi mente en el objetivo inicial me arriesgué y me trasladé a Santo Domingo con mi esposa e hija en Septiembre de ese año, para encontrar una ciudad destruida, un país ocupado por tropas extranjeras y descubrir que mi contacto, el señor Semorile, por su parte, había regresado a trabajar en Nueva York.

Siguiendo esa obstinación congénita que es mi gran defecto y tal vez mi única virtud, viajé a Santiago – mi ciudad natal – para una entrevista con el Padre Agripino Nuñez, Vicerrector Ejecutivo de una “universidad” de formación reciente – la Madre y Maestra -donde estaban tras los servicios de un ingeniero para ayudarles en la formación de una facultad de Ingeniería Electro-mecánica, que a la sazón contaba sólo con un par de ingenieros civiles como profesores, operando desde unas aulas prestadas por una institución católica de educación de señoritas.

Así me encontré de pronto frente al enorme reto de crear prácticamente desde cero, una facultad que habría de requerir profesores de Ciencias – inexistentes por la ausencia de una institución de educación superior en Santiago. de profesores de Ciencias de la Ingeniería Eléctrica y Mecánica (carreras nunca antes impartidas en el país) y de laboratorios de las distintas asignaturas que componen un currículo profesional para la formación de ingenieros. Para agravar la situación ya existían 2 grupos de alumnos inscritos a quienes había que responder de una forma responsable.

Comenzaré ahora con el final de mi historia en Santiago: Cuando salí de la Madre y Maestra en el año 1971 la Facultad de Ingeniería que contaba originalmente con 4 profesores ya tenía una plantilla de por lo menos 60 profesionales, la mayor parte de tiempo completo. Estaba en funcionamiento un Plan de Desarrollo supervisado y financiado por la UNESCO con la participación de 5 especialistas extranjeros en ingeniería y desarrollo universitario de la cual mientras fui Decano de Ingeniería fui el Director de la Contraparte Local, habían sido instalados todos los laboratorios en ciencias básicas e ingeniería, estaba en proceso de graduación la primera promoción de ingenieros electromecánicos – los primeros que producía el país y estaba en marcha un Plan de Formación de Profesores en Universidades extranjeras – de la cual fui beneficiado ya que en el 1969 obtuve un Master en Ingeniería Industrial de la New York University.  

El éxito de la Madre y Maestra – la materialización de una idea casi quimérica en la realidad concreta de una institución de educación superior de primer orden – tiene varios padres: Sin dudas el apoyo decidido de la Iglesia Católica y el carácter positivo de Agripino Nuñez, de los empresarios y pro hombres de Santiago y la pasión, creatividad y entusiasmo de un grupo de profesores jóvenes –Ramón Pérez Minaya, Momón Aristy, Ramón Flores, César García, Mario Peralta, Julio Cross y otros entre los cuales orgullosamente me encuentro – que depusieron todos sus intereses materiales para trabajar en pro de la creación de una institución educativa hoy conocida por su excelencia académica y poder transformacional en una ciudad y una región sin tradición universitaria y cuyo fruto tangible son sus graduados, hoy importantes activos en la sociedad en sus funciones de técnicos, educadores o empresarios.

Como nota importante, antes de salir de Santiago a realizar mis estudios de post grado,  recibí la visita de nuevo de José Semorile esta vez acompañado del apreciado amigo Manolo Quiroz a revivir la  vieja idea de la televisora. Esta vez prosperó y en el patio de mi casa armamos y fui con ellos y el apoyo de Poppy Bermúdez, uno de los promotores del proyecto de lo que se convertiría en la empresa Color Visión. 

Debo indicar que rechacé la oferta de Color Visión de convertirme en su Administrador General, pues decidí  aceptar la beca de la UNESCO para proseguir mis estudios de post grado en la New York Univesity. 

Fue en esa oportunidad, a propósito, donde tuve el placer de estrechar los lazos de amistad con el amigo y hermano Felix Forestieri un connotado comunicador y especialista en Relaciones Públicas, quien a propósito fue el creador del nombre/marca comercial "Color Visión".

Pero la política, la perversa política, todo lo contamina, todo lo permea y la Madre y Maestra no fue la excepción.   En el 1971, desempeñándome como Vicerrector Administrativo un grupo de estudiantes, reclamando participación en la dirección de la universidad ocuparon a la fuerza el Edificio de Administración de la Madre y Maestra. 

El episodio produjo el rodeo del campus universitario por parte de tropas policiales del gobierno balaguerista de los 12 años, la división de la universidad entre profesores de tendencia liberal de izquierda y la Junta de Directores de tendencia conservadora de derecha, la aparición de un grupo de profesores en Color Visión demandando la renuncia de Agripino por su incapacidad en el manejo de la crisis, todo lo cual culminó en la expulsión de un grupo de profesores y estudiantes, entre los cuales me encontraba. Debe también anotarse que la percepción general – por la composición heterogénea de la ideología del grupo de expulsados – era que “Agripino había botado todos los comunistas de la Madre y Maestra”.

Es a partir de esa coyuntura donde debe hurgarse el origen del Instituto Tecnológico de Santo Domingo – INTEC. En efecto, un grupo de profesores expulsados – quien suscribe, el Ing. Ramón Flores y el Dr. Manuel Ramón Aristy (Momón) buscamos la incorporación de Felix Forestieri y del Lic. Delio Canela, para la formación de una oficina de consultores empresariales que denominamos Consultores Técnicos Industriales (CTI) y a tal efecto alquilamos un pequeño local en la Avenida Independencia de Gazcue (frente al antiguo Restaurant El Dragón”.

Así las cosas, nos dedicamos en cuerpo y alma a la promoción de nuestros servicios profesionales de consultores empresariales. Por supuesto, para un grupo de profesionales – tildados para empezar de comunistas – en el oscuro gobierno  de los doce años de Balaguer, en una cultura sin tradición en el uso de esos servicios, era muy difícil sostenerse de pie y así la realidad económica fue imponiéndose y determinando el rumbo que seguiría cada uno de sus participantes.

Debe aclararse – para ser fieles a  la historia de INTEC que en ese entonces, ni antes,  ninguno de los miembros de CTI tuvo la intención de crear una institución educativa (quizás con la excepción del Ing. Ramón Flores), pues por el contrario todos los profesores cancelados de la UCMM- ahora en CTI -habíamos quedado con cierta fobia a la educación, quizás por conservar el sabor amargo de haber sido expulsados mediante una simple carta, después de haber dedicado durante nuestros mejores años, nuestros esfuerzos, sueños y pasión a una idea visionaria que pensabamos iba a resolver los problemas de este país tan necesitado de educación e inclusión social.

Una tarde algunos meses  después de su fundación reunidos los 5 miembros de CTI,  en su local de la Ave. Independencia en una “sesión de lluvia de ideas” para enfrentar la crisis económica que enfrentábamos, empezamos a discutir la posibilidad de crear una escuela para formar vendedores. 

Después de discutir varias alternativas, Felix Forestieri lanzó una pregunta al aire: ¿Por qué no formamos un Instituto Tecnológico? ¿Cómo lo llamaríamos preguntó otro? “Pues Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC)”, respondió con aplomo Forestieri y procedió sobre un papel cualquiera a dibujar lo que fue el primer emblema del INTEC – una columna romana para representar lo clásico y el diagrama de un átomo para representar lo moderno.

El educador que nunca murió en Ramón Flores, echó la mano a la antorcha y en poco tiempo se habían creado los estatutos y junto a la experiencia alcanzada en Santiago de crear una institución casi a partir de la nada, nos lanzamos a darle forma a la idea.

La primera acción fue la formación de una Junta de Directores de prestigio. Recuerdo vívidamente que en un balcón de mi apartamento de la calle Benigno Filomeno Rojas de Gazcue sostuvimos varias reuniones con profesionales destacados del país – recuerdo al Dr Rafael Molina Morillo (otros escapan mi memoria)– y a otras personas destacadas que apoyaron con entusiasmo la idea. En esa reunión se nombró al suscrito como Primer Presidente del Consejo de Administración, quedando entendido que el Ing. Ramón Flores, como Director Ejecutivo, sería la persona encargada de promover y llevar a ejecución el plan de acción. A partir de ese momento – no resolviéndose la situación económica -todos los integrantes de CTI tomaron en poco tiempo rumbos diversos en sus carreras y sus vidas.

De ahí en adelante, todo el trabajo y el mérito por la materialización del INTEC quedó en manos de Ramón Flores. Fue él quien obtuvo las aulas del Colegio de La Salle de la Avenida Bolívar de Santo Domingo para usarlas durante la noche para impartir las primeras docencias, fue él quien reestructuró eventualmente el Consejo de Directores de la institución e incorporó personas importantes del mundo académico, político y empresarial, fue él quien obtuvo el apoyo gubernamental y de las organizaciones internacionales para echar adelante el proyecto”.

En cuanto a mí, como colofón y como cosecha importante de mi modesta siembra, fue esa gran experiencia existencial y el hecho de que tres de mis hijos muchos años más tarde se convirtieron en profesionales graduados de la Universidad Madre y Maestra mientras que otros dos los son del INTEC, educación que les ha servido de base para su éxito tanto en el país como en el exterior.”

Ing. Rafael E. Martínez Céspedes
12 de marzo de 2016