La Era de Trujillo representó un oscurantismo medieval difícil de entender para aquellos que no sintieron personalmente su asfixiante opresión. Un periodista extranjero dijo una vez que el único sonido permitido en la República Dominicana era el silencio. Ciertamente todo el monopolio de la comunicación- incluyendo las conversaciones- estaba en manos de Trujillo: periódicos, revistas, libros, radio, televisión, informaciones del exterior, reportes de viajeros, correspondencia, estaban de tal modo sujetas a una censura o a un servilismo vergonzoso que en comparación podían ser considerados como si fuesen inexistentes.
Los periódicos habían sido silenciados o comprados por Trujillo, lo mismo que las emisoras de radio locales. Las emisoras del exterior, eran interferidas por ruidos para impedir su audición. Las revistas, periódicos y correspondencia del exterior eran incautados si contenían alguna información negativa al gobierno de Trujillo. Viajar al extranjero era un verbo que en la Era de Trujillo sólo podían conjugar contados funcionarios y una escasa minoría de privilegiados. La familia y la escuela, fuentes primarias de información también habían enmudecido.
Una red de delatores o “chivatos” estaban infiltrados en la población de tal forma, que sólo podían sostenerse conversaciones francas entre interlocutores muy cercanos. Los dominicanos de esa época eran – por falta de un mejor término para definirlos- el paradigma de la desinformación. Parace que adelantándonos a Simon & Garfunkel, a los dominicanos sólo se nos permitía escuchar
EL SONIDO DEL SILENCIO
Presagiando una balada
aquí una vez la Verdad
por horrible Oscuridad
fue largo tiempo cambiada.
Cada boca silenciada
se abría solo para el pan
ya que en ese infierno van
ocultando la emoción
pues de prohibida erupción
cada pecho era un volcán.
Silencio infernal sonido
solo a veces era rasgado
por algún grito apagado
de un moribundo el quejido..
Grueso muro con oídos
formaban los delatores
infames sostenedores
de ese mundo sin clemencia
donde dictaban sentencia
esbirros torturadores.
Medieval oscurantismo
difícil de concebir
a quien no tocó vivir
el rigor del trujillismo.
Ese virtual cataclismo
de silencio y de censura
cuyo efecto aún perdura:
generación asustada
que aún vive sobresaltada
por miedo a esa dictadura.
Rafael Martínez Céspedes 1 de mayo de 2008
Los periódicos habían sido silenciados o comprados por Trujillo, lo mismo que las emisoras de radio locales. Las emisoras del exterior, eran interferidas por ruidos para impedir su audición. Las revistas, periódicos y correspondencia del exterior eran incautados si contenían alguna información negativa al gobierno de Trujillo. Viajar al extranjero era un verbo que en la Era de Trujillo sólo podían conjugar contados funcionarios y una escasa minoría de privilegiados. La familia y la escuela, fuentes primarias de información también habían enmudecido.
Una red de delatores o “chivatos” estaban infiltrados en la población de tal forma, que sólo podían sostenerse conversaciones francas entre interlocutores muy cercanos. Los dominicanos de esa época eran – por falta de un mejor término para definirlos- el paradigma de la desinformación. Parace que adelantándonos a Simon & Garfunkel, a los dominicanos sólo se nos permitía escuchar
EL SONIDO DEL SILENCIO
Presagiando una balada
aquí una vez la Verdad
por horrible Oscuridad
fue largo tiempo cambiada.
Cada boca silenciada
se abría solo para el pan
ya que en ese infierno van
ocultando la emoción
pues de prohibida erupción
cada pecho era un volcán.
Silencio infernal sonido
solo a veces era rasgado
por algún grito apagado
de un moribundo el quejido..
Grueso muro con oídos
formaban los delatores
infames sostenedores
de ese mundo sin clemencia
donde dictaban sentencia
esbirros torturadores.
Medieval oscurantismo
difícil de concebir
a quien no tocó vivir
el rigor del trujillismo.
Ese virtual cataclismo
de silencio y de censura
cuyo efecto aún perdura:
generación asustada
que aún vive sobresaltada
por miedo a esa dictadura.
Rafael Martínez Céspedes 1 de mayo de 2008
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