lunes, 7 de enero de 2008

NO HAY QUE SER DESVERGONZADO


Existe definitivamente un gran contraste entre los regímenes democráticos en los países desarrollados con aquellos del Tercer Mundo, pues estos últimos ciudadanos tienen sólo el derecho de hablar aunque no de masticar, como ocurre en los países del primero. Se cumple, en los países pobres, al pie de la letra, el viejo refrán de “que perro que ladra no muerde”, pues efectivamente, mientras todo el mundo ladra, no hay quién se ocupe de morder, esto es, de actuar sobre la raíz de sus problemas seculares.

El ladrido más común en estas democracias es del precandidato o candidato que no cuenta con el apoyo del Estado, quién desde que se inicia una campaña electoral empieza a gritar que el candidato oficial (siempre habrá uno) lo aplastará, en razón de la capacidad del primero de utilizar los enormes recursos del Estado en su contra. Para ambientes surrealistas, soluciones del mismo tipo. He aquí una.

NO HAY QUE SER DESVERGONZADO

Si quieres ser el primero
o en política triunfar
con tres cosas hay que contar
y son tres veces dinero.
“Vergüenza contra dinero”
se queja el débil rival
pues es lucha desigual
de sus fondos agotados
contra los que da el Estado
al candidato oficial.

Si el juez fuese Salomón
sería presto en concluir
y con justicia admitir
que es del débil la razón.
Una audaz proposición
se nos ocurre externar:
Pedir al Banco Central
frente a situación tan tensa
declare sea la vergüenza
la moneda nacional.

Este cambio radical
de divisa tan abrupto
haría de los corruptos
un ejemplo de moral
y aquel líder provincial
de virtud sería un dechado.
Pero los necesitados
y el pobre pueblo indigente
ahora desgraciadamente
serían los desvergonzados.


Rafael Martínez Céspedes
Enero de 2008

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