Macondo, ese pueblo fantástico y legendario salido de la mente brillante de su genial creador Gabriel García Márquez, puede ser, según el mismo autor, cualquier pueblo de su país natal. Lo sabemos pues en el nuestro se repiten situaciones dignas de ser descritas en Cien Años de Soledad.
Hace algún tiempo, por ejemplo, un político local sugirió repartir gatos en los barrios pobres de la ciudad con el fin oficial de acabar con una plaga de ratones y con el fin real de asegurar sus votos en los próximos torneos electorales. Lo que no sabía el aguzado político, es que mal consejera es el hambre y los gatos terminaron en los calderos del vecindario. Ante el hecho repetido de nuestra tendencia a juzgar las situaciones de acuerdo a nuestros propios valores, cultura y estómagos, sólo nos queda desearles:
¡BUEN PROVECHO!
Aquel líder preocupado
por la plaga de ratones
soltó gatos por montones
en los barrios marginados.
El no había calculado
el cruel y triste destino
de sus gatos asesinos
y de esa hambre sin horario
pues los pobres de los barrios
se comieron los felinos.
Algún sabio diputado
seguro ha de proponer
que el hábito de comer
sea mejor reglamentado.
Paquita al burro mentado
lo pretendió acostumbrar
a sin alimento estar
pero justo en el momento
que pasó sin alimento
se le murió el animal.
También puede proponer
con muy sobradas razones
que comerse los ratones
sea de los pobres deber
o aprendan a no comer
como el burro de Paquita.
Y si el hambre no se quita
le pedirá luego al Fondo
que los manden a Macondo
para que les den funditas.
Rafael Martínez Céspedes
10 de Enero de 2008
Hace algún tiempo, por ejemplo, un político local sugirió repartir gatos en los barrios pobres de la ciudad con el fin oficial de acabar con una plaga de ratones y con el fin real de asegurar sus votos en los próximos torneos electorales. Lo que no sabía el aguzado político, es que mal consejera es el hambre y los gatos terminaron en los calderos del vecindario. Ante el hecho repetido de nuestra tendencia a juzgar las situaciones de acuerdo a nuestros propios valores, cultura y estómagos, sólo nos queda desearles:
¡BUEN PROVECHO!
Aquel líder preocupado
por la plaga de ratones
soltó gatos por montones
en los barrios marginados.
El no había calculado
el cruel y triste destino
de sus gatos asesinos
y de esa hambre sin horario
pues los pobres de los barrios
se comieron los felinos.
Algún sabio diputado
seguro ha de proponer
que el hábito de comer
sea mejor reglamentado.
Paquita al burro mentado
lo pretendió acostumbrar
a sin alimento estar
pero justo en el momento
que pasó sin alimento
se le murió el animal.
También puede proponer
con muy sobradas razones
que comerse los ratones
sea de los pobres deber
o aprendan a no comer
como el burro de Paquita.
Y si el hambre no se quita
le pedirá luego al Fondo
que los manden a Macondo
para que les den funditas.
Rafael Martínez Céspedes
10 de Enero de 2008
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