Mi guión lo escribe hoy un alto dirigente de un partido político que tilda a algunos de sus opositores de perros realengos y “viralatas” término último que designa a esos perros callejeros que en su afán de comer algo, viran las latas de basura en busca de algún alimento para saciar su endémica hambre. Por supuesto, las protestas no se harán esperar y los políticos aludidos responderán con insultos de la misma categoría perruna.
Por supuesto, al perro nadie le pide su opinión, aunque algunos opinan que en estas odiosas comparaciones la ofensa recae sobre el ejemplar canino. Lo que está claro, sin embargo, es que los únicos que continúan ladrando son nuestros políticos que – desoyendo las súplicas de la Iglesia Católica y de todos los sectores sensatos del país– siguen bajando el nivel del debate y continúan aullando de una forma tal, que sólo podemos decirles:
¡¡QUIETO LEAL!!
Comparaciones mezquinas
de personajes con canes
traerán nuevos afanes
y un insulto en cada esquina.
Las sociedades caninas
podrían bien alegar
que ese querido animal
es mejor que el de dos patas
y el término vira latas
a ambos debe aplicar.
Quien de un perro hable mal
debía ser fusilado
o vivo ser enterrado
por su ofensa colosal.
Un perro siempre es leal
e incapaz de hacer traiciones
jamás cobra comisiones
ni comete corrupción
no vive en una mansión
ni piensa en robar millones
Si se pudiese crear
una sociedad canina
a lo mejor se elimina
tanto vejar e insultar.
Sería fácil gobernar
nuestra dividida casa
y lo que acontece y pasa
en tiempos electoreros
donde perros callejeros
son políticos de raza.
Rafael Martínez Céspedes
Santo Domingo, República Dominicana
30 de enero de 2008
Por supuesto, al perro nadie le pide su opinión, aunque algunos opinan que en estas odiosas comparaciones la ofensa recae sobre el ejemplar canino. Lo que está claro, sin embargo, es que los únicos que continúan ladrando son nuestros políticos que – desoyendo las súplicas de la Iglesia Católica y de todos los sectores sensatos del país– siguen bajando el nivel del debate y continúan aullando de una forma tal, que sólo podemos decirles:
¡¡QUIETO LEAL!!
Comparaciones mezquinas
de personajes con canes
traerán nuevos afanes
y un insulto en cada esquina.
Las sociedades caninas
podrían bien alegar
que ese querido animal
es mejor que el de dos patas
y el término vira latas
a ambos debe aplicar.
Quien de un perro hable mal
debía ser fusilado
o vivo ser enterrado
por su ofensa colosal.
Un perro siempre es leal
e incapaz de hacer traiciones
jamás cobra comisiones
ni comete corrupción
no vive en una mansión
ni piensa en robar millones
Si se pudiese crear
una sociedad canina
a lo mejor se elimina
tanto vejar e insultar.
Sería fácil gobernar
nuestra dividida casa
y lo que acontece y pasa
en tiempos electoreros
donde perros callejeros
son políticos de raza.
Rafael Martínez Céspedes
Santo Domingo, República Dominicana
30 de enero de 2008