miércoles, 4 de junio de 2008

TRUJILLO 24: "FULMINADO POR UN RAYO"


Abogado, intelectual brillante y poeta. Maestro del verbo y la oratoria. Frío, enigmático, calculador, astuto, con una paciencia dispuesta a esperar el momento propicio, son adjetivos que sólo pueden describir a un importante personaje de la Era de Trujillo: Joaquín Balaguer.

Redactor del Manifiesto del Golpe de Febrero del 1930 y asociado en la conspiración con el Lic. Estrella Ureña, al caer este en desgracia, Balaguer optó por una posición de “bajo perfil” desempeñando puestos anodinos en la diplomacia de Trujillo, pero subiendo el escalafón hasta desempeñarse como Embajador en Colombia, Honduras y México, donde obviamente le rindió servicios especiales. Su lealtad y devoción a Trujillo y su probado talento le ayudaron a ganar la confianza del Jefe, quien lo elevó a Secretario de Educación, Canciller, Vicepresidente de su hermano Héctor y “Presidente” hasta la muerte del tirano en 1961.

Balaguer fue el Canciller que acompañó a Trujillo a un largo viaje a Europa para firmar en Roma el Concordato de 1954, del cual Balaguer fue el único héroe. Dice este que lo impactó el encuentro del sátrapa con Pío XII: “Durante la audiencia de 15 minutos, permaneció de rodillas ante el Papa. El hombre que lució tantas medallas sobre su pecho arrogante, postrado ante el Vicario de Cristo, golpeado en la cabeza por un rayo caído de lo alto, comprendería la diferencia entre esa grandeza invisible y la suya con sus falsos orgullos, sus pompas efímeras y sus vanos despliegues de solemnidad.” . Si Dios hubiese enviado un rayo a un sátrapa de la categoría de Trujillo, agregamos personalmente, no hubiese gastado esa divina energía sólo para iluminarlo, más bien hubiese caído.

FULMINADO POR UN RAYO

Balaguer como salido
de novela de misterio
quien no lo tomaba en serio
resultaba sorprendido.
En frondoso árbol subido
buscar frutas no es prudente
aconsejaba inocente
mejor que gotee la fruta
porque siempre quien disfruta
es abajo el más paciente.

Pero su logro mayor
fue tan cerca trabajar
sin la furia provocar
de aquel fiero dictador.
Lo elevó de Embajador
a flamante Canciller
le dio algo de Poder
sin que saliese quemado
y hasta por Él fue llamado
Presidente Balaguer.

Con nadie quedaba mal
por sus sabios pareceres
pues la Silla de Alfileres
era su meta final.
En Roma aquel criminal
no podía Dios perdonarlo
ni tampoco iluminarlo
como Balaguer pensara
y si el Cielo un rayo enviara
sería para fulminarlo.

Rafael Martínez Céspedes
4 de junio de 2008

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