viernes, 22 de febrero de 2008

QUE SE ELIMINE FEBRERO

Que "no hay peor diligencia que la que no se hace", es una estrategia constante de la vieja Iglesia Católica, que sabe tanto por vieja como por ser iglesia. Ayer, a pesar del fracaso de la cumbre de partidos recientemente convocada por la Junta Central Electoral o quizás por causa de este, la Conferencia del Episcopado Dominicano llamó a los políticos a “que se imponga la cordura sobre la insensatez, la concordia sobre la discordia, la temperancia sobre la intolerancia, el diálogo sobre el altercado en la actual campaña electoral” y quieren que nuestros políticos “sienten cabeza”.

Anteriormente otro de sus miembros Monseñor Agripino Núñez, muy práctico en los avatares políticos criollos, convocó a una “cumbre” medio clandestina cuidándose de no invitar a los que formaron el reperpero en la reunión convocada por la Junta. Si Monseñor logra conciliar sus diferencias obviamente habrá que otorgarle una gran medalla al Mérito de la Paciencia y la Concordia.

Lo que obviamente tratan de evitar los señores prelados es que el torneo electoral degenere en algo parecido a los viejos encuentros entre los lechones o diablos enmascarados de las barriadas de los Pepines y de la Joya en Santiago, que ponían broche de oro al carnaval con una batalla campal a base de pedradas. El diálogo civilizado es la única solución, a menos que se pretenda


QUE SE ELIMINE FEBRERO

En Santiago dos barriadas
al final del Carnaval
en una escena brutal
se caían a pedradas.
A la Cuaresma sagrada
sumaron las elecciones
y otras celebraciones
de independencia y amor
y Febrero mes menor
lo hicieron mes de emociones.

El país es hoy Babel
gigantesco arroz con mango
sin categoría ni rango
donde no hay guión ni papel.
En alocado tropel
se dialoga con la espada
la Patria es muy mal tratada
y ahora el nuevo carnaval
es la lucha electoral
hecha a base de pedradas.

Quiso un cura santiaguero
eliminar tanta inquina
y a su cumbre clandestina
no invitó los rebuseros.
Que se elimine Febrero
no es del todo una simpleza
pues esa clase traviesa
solo aporta desengaños
y en más de quinientos años
nunca ha sentado cabeza.

Rafael Martínez Céspedes
22 de febrero de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sólo le faltan las caretas.