El mote de “Gran Niveladora” que se aplica a la muerte por reducirnos a todos, sin excepción, a un inerte despojo sin distinción o categoría política,
social o económica, no tiene siempre un carácter universal, pues en algunos muy
contados casos, a pesar de la mezquindad , los prejuicios
personales o ideología política de sus contemporáneos, la experiencia universal le otorga al muerto, un pasaporte de genio inmortal. Tal es el caso de Gabriel García Márquez.
Con motivo de su desaparición física, se dispararon las ventas de todos los libros del afamado autor, y los medios informativos del mundo han dedicado un espacio a rememorar su obra y su legado. De todo este despliegue, a mí en particular, me llamaron la atención dos temas: 1) un comentario del afamado autor norteamericano William Kennedy publicado en el New York Times en 1984 y 2) la lectura del discurso que diera García Márquez en el 1982 en la Academia Sueca al otorgársele el Premio Nobel de Literatura.
Con motivo de su desaparición física, se dispararon las ventas de todos los libros del afamado autor, y los medios informativos del mundo han dedicado un espacio a rememorar su obra y su legado. De todo este despliegue, a mí en particular, me llamaron la atención dos temas: 1) un comentario del afamado autor norteamericano William Kennedy publicado en el New York Times en 1984 y 2) la lectura del discurso que diera García Márquez en el 1982 en la Academia Sueca al otorgársele el Premio Nobel de Literatura.
Kennedy comentando sobre su libro más famoso en el
periódico neoyorkino dijo: “Cien Años de Soledad” es la primera obra de
literatura desde el Libro del Génesis que debía ser lectura obligatoria para
toda la raza humana. García Márquez ha hecho nada menos que crear en el lector un sentido de todo lo que es profundo y lo que tiene y no tiene significado en la vida.” Semejante opinión, viniendo de tal fuente, no
necesita comentarios adicionales.
El otro elemento que define y permite calibrar la
persona y la obra del famoso autor latino americano y hombre comprometido, fue
el profundo discurso que pronunciara en la Academia Sueca en 1982 al recibir el
mencionado Nobel de Literatura, titulado “La Soledad de América Latina”, pieza
la cual me parece también lectura obligatoria para todos los interesados en el acontecer
socio político de nuestra América y que puede leerse en el enlace:
Del mismo, me permito citar, para deleite del lector espero, unos
párrafos finales:
Agradezco
a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que
me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de
lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio
de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras
tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere
con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero
que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos
el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar
indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de
las veces, la incomprensión y el olvido.
Es
por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en
donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra
identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber
llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros
tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la
razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero
creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía.
A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en
su Ilíada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar
con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado
andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad
Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en
las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde
destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía,
en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la
cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.
En
cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los
espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio
de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria
contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo
entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento
no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que
un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la
única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.
De nuestra parte, unas humildes coplas de poesía
popular, para dar una cálida bienvenida a
UN
NUEVO GENIO INMORTAL
García
Márquez creó
un
mundo de fantasía
en que Aureliano Buendía
un
día el hielo descubrió
El
gran colombiano dio
alas
a la humanidad
de
escapar la realidad
de saber que va a morir
y
del dolor de vivir
Cien
Años de Soledad.
Como
nunca morirá
ese
hombre comprometido
sin
saber ni que se ha ido
ahora
en Macondo estará
Por
sus calles vagará
alias de este Continente
donde
siempre tanta gente
sufre
hambre y opresión
y
cuya imaginación
volvió
quimera inocente.
Su
mágico realismo
de
fantásticas quimeras
de
gitanos y rameras
sin
él no ha de ser el mismo
ya que saltando al abismo
ha
traspasado el umbral
la
liberación total
que
a todos pone su mano
y
a este gran americano
convirtió en genio inmortal.
Rafael
Martínez Céspedes
19
de abril de 2014
1 comentario:
Merecido homenaje al genial escritor que tanto admiramos desde nuestra adolescencia...
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