Este pasado domingo 13 de abril, tuve el gusto de ver
un inteligente reportaje en el Programa “60 Minutes” de la CBS News sobre el
Papa Francisco y las transformaciones que con su conducta y visión está
impartiendo a la Iglesia Católica y aproveché para compararlo con lo que había
escrito en este Blog el 17 de marzo de 2013, sólo cuatro días después de haber
sido electo como Papa el jesuita Jorge Bergoglio. Favor ver entrada "LA IGLESIA SE REINVENTA" en el siguiente enlace:
Pero el mejor regalo, descubierto un poco tarde confieso,
fue encontrar el comentario editorial publicado por la revista TIME con motivo
de haber escogido al Papa Francisco como el personaje del año 2013 de la referida
publicación. Por su importancia e impacto sobre la situación que vive la
humanidad en el presente, me he tomado la libertad de publicar in extenso el
mencionado comentario editorial de la Revista TIME:
“Hubo una vez un niño tan dócil y modesto que le
otorgaron una medalla por ser “El más humilde”. Al día siguiente se la quitaron
por haberla usado. Así termina la lección.
¿Cómo uno practica la humildad desde el trono más
glorificado de la Tierra? Pocas veces un nuevo actor en el escenario mundial ha
captado tanta atención tan rápido –de jóvenes y viejos, creyentes y cínicos–
como lo ha hecho el Papa Francisco.
En sus nueve meses en el trono, Francisco se ha puesto
en el centro mismo de las principales conversaciones de nuestra época: sobre
riqueza y pobreza, imparcialidad y justicia, transparencia, modernidad,
globalización, el rol de la mujer, la naturaleza del matrimonio, las
tentaciones del poder.
En un tiempo en que los límites del liderazgo son
puestos a prueba en tantos lugares, llega un hombre –sin ejército ni armas, sin
un reino más allá de un pequeño pedazo de tierra en el centro de Roma, pero con
el enorme respaldo de la riqueza y el peso de la historia– para plantear un
desafío. El mundo se está haciendo más pequeño; las voces individuales se
escuchan cada vez más fuertes; la tecnología hace que la virtud se vuelva
viral, por lo que el púlpito de Francisco es visible hasta el confín de la
Tierra. Cuando besa la cara de un hombre desfigurado o lava los pies de una
mujer musulmana, la imagen resuena mucho más allá de los límites de la Iglesia
Católica.
Los escépticos apuntarán a los obstáculos que enfrenta
Francisco para lograr algo concreto, más allá de hacer que los creyentes menos
fervientes se sientan mejor acerca del tono más moderado de Roma y libres a la
vez de ignorar las cuestiones más sustanciales. La Iglesia Católica es una de las
instituciones más antiguas, grandes y ricas del mundo, con 1.200 millones de
fieles, y el cambio no es algo natural en ella. En su mejor versión, la Iglesia
inspira e instruye, ayuda y sana, y llama a los fieles a escuchar a sus ángeles
más benévolos. Pero se ha visto debilitada a nivel mundial por escándalos,
corrupción, la escasez de sacerdotes y la competencia, especialmente en los
fértiles campos misionarios del hemisferio sur, de rivales evangélicos y
pentecostales. En algunos lugares, la enseñanza de doctrinas centrales sobre el
divorcio y los anticonceptivos es ampliamente ignorada y la ortodoxia es
ridiculizada por obsoleta. Los burócratas y el clero del Vaticano son acusados
de disputas internas, corrupción, chantaje y una obsesión con “reglas mezquinas”,
como sostiene Francisco, en lugar de las enormes posibilidades de gracia. No
sólo prediquen, escuchen, dice. No reprendan, sanen.
Y sin embargo, en menos de un año, ha hecho algo
notable: no cambió las palabras, pero cambió la música. El tono y temperamento
pesan en una iglesia construida sobre la sustancia de los símbolos —pan y vino,
cuerpo y sangre—, y por lo tanto es un error desestimar las elecciones
simbólicas de cualquier Papa como gestos que carecen de la fuerza de la ley.
Publicó su primera exhortación apostólica, un ataque a “la idolatría del
dinero”, justo cuando los estadounidenses celebraban el Día de Acción de
Gracias y evaluaban si pasar este feriado, establecido para la gratitud, en los
centros comerciales. Este es un hombre que maneja muy bien los tiempos. Que no
vive en el palacio papal rodeado de cortesanos sino que en una austera
residencia con peregrinos. Reza todo el tiempo, incluso cuando espera a que lo
atienda el dentista. Sacó de circulación el Mercedes papal y lo reemplazó por
un Ford Focus con algunos rasguños. No usa zapatos rojos ni sotanas lujosas,
lleva en el cuello una cruz de hierro en lugar de una de oro. Cuando rechaza la
pompa y los privilegios, revela por primera vez las finanzas del Vaticano,
reprende a un arzobispo alemán por derrochador, llama por teléfono a
desconocidos en apuros, y ofrece bautizar al bebé de una mujer divorciada cuyo
amante casado quería que abortara, está haciendo más que convertirse en un
ejemplo de compasión y transparencia. Está aceptando la complejidad y
admitiendo el riesgo de que una iglesia obsesionada con sus propios derechos y
su virtud puede provocar más heridas de las que sana. Cuando se le pregunta por
qué no parece interesado en librar una guerra cultural, hace referencia al campo
de batalla. La Iglesia es un hospital de campaña, dice. Nuestro primer deber es
asistir a los heridos. Uno no le pregunta a un hombre que está sangrando cuál
es su nivel de colesterol.
Este foco en la compasión, junto a un aura general de
alegría no siempre asociada a los príncipes de la Iglesia, ha hecho de
Francisco una especie de estrella de rock. Más de 3 millones de personas
llegaron a la playa de Copacabana en Río de Janeiro el pasado julio para verlo,
las multitudes en la Plaza de San Pedro están eufóricas y los souvenir se
venden en números récord. Francesco es el nombre masculino más popular entre
los bebés en Italia. Las iglesias reportan un “efecto Francisco” de católicos
no practicantes que han regresado a misa y han vuelto a confesarse, aunque las
anécdotas no son sustituto para la evidencia y los sondeos entre católicos
estadounidenses muestran hasta ahora pocos cambios en la práctica. Pero la
fascinación con Francisco, incluso más allá del círculo católico, le brinda una
oportunidad que nunca tuvo su antecesor, Benedicto XVI: magnificar el mensaje
de la Iglesia y su poder para hacer el bien.
La buena acogida de la prensa laica lo vuelve
sospechoso entre los tradicionalistas, quienes temen que compra popularidad
pagando el precio de una fe diluida. Ha usado hábilmente la fascinación de los
medios para llamar la atención sobre muchos temas, desde sus plegarias por la
paz en Siria hasta su punzante ataque a la economía del goteo, lo que inspiró a
Jesse Jackson a compararlo con Martin Luther King y a Rush Limbaugh a preguntar
si es marxista. Cuando uno es una celebridad en los medios, cada palabra
pronunciada es analizada minuciosamente, como lo es lo que se elige no decir.
¿Por qué no se ha referido con más detalle sobre el escándalo de los abusos
sexuales cometidos por sacerdotes?, preguntan los partidarios de las víctimas.
(Este mes, estableció una comisión para abordar el abuso de niños por parte de
sacerdotes). ¿Por qué no habla más de la santidad de la vida?, preguntan los
tradicionalistas, quienes observan que en su exhortación el aborto sólo fue
mencionado una vez, mientras que la misericordia apareció en 32 oportunidades.
Francisco ratifica las enseñanzas tradicionales sobre la sexualidad y a la vez
advierte que distraen a la Iglesia. Ataca a los sacerdotes que se niegan a
bautizar a los niños de madres solteras por practicar un “riguroso e hipócrita
neo-clericalismo”. Declara que Dios “nos ha redimido a todos… no sólo a los
católicos. A todos, también a los ateos”. Posa con activistas medioambientales
mostrando una camiseta que condena el fracking, y llama a los políticos y
líderes empresariales a ser “protectores de la creación”.
Nada de esto vuelve liberal a Francisco, quien también
afirma que un cuerpo de sacerdotes exclusivamente masculino no está en
discusión, como tampoco el aborto, ni la definición del matrimonio. Pero su
enfoque en los pobres –y el hecho de que el 0,1% de las personas más ricas del
mundo controla el 81% de la riqueza– irrita a los que defienden el capitalismo
como el programa antipobreza más exitoso de la historia. Se podría argumentar
que es Teddy Roosevelt protegiendo al capitalismo de sus propios excesos, o
simplemente dice lo que sus antecesores han dicho: que Jesús nos llama a
preocuparnos por los que menos tienen —aunque lo dice de un modo que hace que
la gente lo escuche de manera diferente—. Y eso puede ser especialmente
importante cuando lo dice el primer Papa del Nuevo Mundo. Hace un siglo, la
mayoría de los católicos vivía en Europa; hoy menos de un cuarto reside allí, y
cómo sea escuchado en los países donde ser gay es un crimen y las mujeres en
puestos de liderazgo una herejía podría tener el poder de transformar culturas
en las que el catolicismo es una fuerza en alza y potencialmente liberadora.
Por estos días es estimulante escuchar a un líder
decir cualquier cosa que moleste a alguien. Hoy, liberales y conservadores
enfrentan por igual una elección cuando escuchan a una nueva voz de la
conciencia: qué es más importante, ¿que este líder carismático dice cosas que
ellos creen que es necesario decir o que también dice otras que preferirían no
escuchar?
El corazón es un músculo fuerte y Francisco propone un
riguroso régimen de ejercicio. En un período muy breve, una audiencia amplia,
global y ecuménica ha mostrado ansias de seguirlo. Por haber trasladado el
pontificado del palacio a las calles, comprometer a la mayor religión del mundo
a enfrentar sus necesidades más profundas y equilibrar el juicio con la
misericordia, el Papa Francisco es la Persona del Año 2013 de TIME.”
De nuestra parte vayan estas décimas como homenaje a Francisco, porque
AHORA
EL PAPA ES DE LA GENTE
Cuando al Papado subía
un jesuita argentino
dijimos que en su camino
la iglesia reinventaría
En el cargo el primer día
demostró ser diferente
pues pidiendo humildemente
a todos por él orar
se dedicó a transformar
su Iglesia en algo decente.
Sólo un año es que ha pasado
y el cambio es monumental
pues su Iglesia medieval
poco a poco ha transformado
A todos ha enseñado
a vivir con humildad
y con gran autoridad
combate la corrupción
sabiendo a su institución
le hacía falta integridad.
Sólo al tiempo hay que temer
por este Papa hay que orar
pues le podría afectar
el diabólico Poder
o le podría suceder
como ese caso famoso
de aquel joven tan honroso
que por humilde premiaron
pero el premio le quitaron
cuando lo mostró orgulloso.
Rafael Martínez Céspedes
15 de abril de 2014
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