¿Qué hispano parlante, no se emocionó alguna vez, al oír a nuestro Facundo Cabral (ahora es de todos) cantar acompañado de su eterna guitarra, las coplas de su composición “No Soy de Aquí?
Esa canción y algo de su filosofía pueden disfrutarse en una entrevista que concediera en la televisión española el genial argentino al periodista Jesús Quintero (“El Loco de la Colina”) hace ya algún tiempo, conectándose con el enlace:
Facundo Cabral, cita y hace suyas las palabras de la Madre Teresa de Calcuta de "que todos no sólo tenemos el deber de ser felices, sino que todos tenemos el derecho a la felicidad al que nunca debemos renunciar y de su madre que decía que “un cantor es siempre buena noticia, porque es un soldado menos”.
Y este Embajador de la Paz, este abanderado de la felicidad, hoy yace – víctima de una bala asesina, de esa violencia epidémica que hoy sacude todo el continente y el mundo. Un triste paralelismo hay entre este Facundo Cabral muerto en Guatemala, lejos de su patria y aquel inmortal Gardel desaparecido hace ya tres cuartos de siglo de forma trágica en el aeropuerto de Medellín. Nuestra esperanza de hoy, es que en algún rincón del universo, se junten esas dos almas y entonen un canto de amor que haga menos triste decir
ADIOS FACUNDO CABRAL
3 comentarios:
Excelente décima, Rafael. Un buen homenaje a ese genial cantautor de estatura universal al que todos lamentamos tan trágico fin.
Eres lo que mas admiro en el mundo mundial! Te amo mucho.
"Vuele bajo,
porque abajo,
está la verdad.
Esto es algo,
que los hombres,
no aprenden jamás."
El gaucho Cabral... (por Nicolás Orsanic)
Con sus alas voló bajo,
y allí encontró la verdá,
la luz y la claridá,
lo envolvieron como fajo.
Ser cantor jué su trabajo,
¡y cantaba las cuarenta!,
echaba sal y pimienta,
de su guitarra criollaza,
era gaucho e' pura raza,
era rayo en la tormenta.
Voló bajo ¡y demasiado!,
la distancia no importaba,
si de cantar se trataba,
jamás estaba cansado.
Su acorde, quieto y calmado,
su noble filosofía,
su caballesca hidalguía,
de cristianas intenciones,
y sus vanas pretenciones,
de un mundo sin tiranía.
Voló tan bajo y chocó,
con la cruda realidá,
una bala sin piedá,
finalmente lo acalló.
La guitarra se apagó,
ya no tiene compañero,
el destino traicionero,
la dejó en la solitaria,
una voz es necesaria,
pa' llenar el cancionero.
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