Ricardo Bogaert-Alvarez es un talentoso dominicano, Doctor en Química, profesor de una distinguida universidad norteamericana y por feliz añadidura poeta romántico, quién me concede el honor y el privilegio de leer y comentar regularmente mis artículos-décimas.
Con el tema de la hambruna mundial traído recientemente a la palestra con astronómico retraso por el Banco Mundial y la FAO, Ricardo habla preocupado de la imperiosa necesidad que la República Dominicana ayude con urgencia a crear la infraestructura agrícola en Haití, para que los haitianos puedan cultivar arroz y otros alimentos básicos y así retardar la bomba de tiempo – cuya mecha hace tiempo se viene acortando - que es el hecho de que no habrá forma de detener de forma pacífica las masas famélicas haitianas, cuando por necesidad biológica se lancen a buscar del lado dominicano la impostergable comida.
En un mundo que utiliza sus terrenos hábiles para producir bío combustibles, agota acuíferos para mojar campos de golf y se rige exclusivamente por las leyes del mercado, no sé si será posible detener la avalancha que se observa rugiente en el horizonte. Tampoco sé si las autoridades del lado Este de la isla tendrán ocasión para incluir el tema dentro de sus apretadas agendas. Aquí amigo poeta, lo único que podemos esperar es que la fuerza de los acontecimientos obligue al mundo a moderar su dispendioso estilo de vida o de lo contrario a cada quién, que para defender lo suyo, le pida a las autoridades,
QUE NOS PRESTEN UN CAÑÓN
En este mundo quien manda
no es un poderoso rey
es una implacable ley
llamada oferta y demanda.
Dicta quien come por tanda
y que se debe sembrar
más cuanto debe pagar
el que quiera la comida
decidiendo en esta vida
quien hambre deba pasar.
Carece de sentimiento
lo que de esta ley emana
pues la idiosincrasia humana
engendró su nacimiento.
Que el mundo se encuentre hambriento
no es la culpa del mercado
y si el mundo está sembrado
de trigo para Etanol
nada nuevo hay bajo el sol
si hay ganancia, no hay pecado.
Una universal poblada
puede bien acontecer
si la brecha de comer
para el mundo no es ampliada.
Puede esta ley ser variada
moderando el consumismo
y ese perverso egoísmo
que impide una solución
o bien nos den un cañón
para cuidarse uno mismo.
Rafael Martínez Céspedes 20 de abril de 2008
Con el tema de la hambruna mundial traído recientemente a la palestra con astronómico retraso por el Banco Mundial y la FAO, Ricardo habla preocupado de la imperiosa necesidad que la República Dominicana ayude con urgencia a crear la infraestructura agrícola en Haití, para que los haitianos puedan cultivar arroz y otros alimentos básicos y así retardar la bomba de tiempo – cuya mecha hace tiempo se viene acortando - que es el hecho de que no habrá forma de detener de forma pacífica las masas famélicas haitianas, cuando por necesidad biológica se lancen a buscar del lado dominicano la impostergable comida.
En un mundo que utiliza sus terrenos hábiles para producir bío combustibles, agota acuíferos para mojar campos de golf y se rige exclusivamente por las leyes del mercado, no sé si será posible detener la avalancha que se observa rugiente en el horizonte. Tampoco sé si las autoridades del lado Este de la isla tendrán ocasión para incluir el tema dentro de sus apretadas agendas. Aquí amigo poeta, lo único que podemos esperar es que la fuerza de los acontecimientos obligue al mundo a moderar su dispendioso estilo de vida o de lo contrario a cada quién, que para defender lo suyo, le pida a las autoridades,
QUE NOS PRESTEN UN CAÑÓN
En este mundo quien manda
no es un poderoso rey
es una implacable ley
llamada oferta y demanda.
Dicta quien come por tanda
y que se debe sembrar
más cuanto debe pagar
el que quiera la comida
decidiendo en esta vida
quien hambre deba pasar.
Carece de sentimiento
lo que de esta ley emana
pues la idiosincrasia humana
engendró su nacimiento.
Que el mundo se encuentre hambriento
no es la culpa del mercado
y si el mundo está sembrado
de trigo para Etanol
nada nuevo hay bajo el sol
si hay ganancia, no hay pecado.
Una universal poblada
puede bien acontecer
si la brecha de comer
para el mundo no es ampliada.
Puede esta ley ser variada
moderando el consumismo
y ese perverso egoísmo
que impide una solución
o bien nos den un cañón
para cuidarse uno mismo.
Rafael Martínez Céspedes 20 de abril de 2008