Como todos los frutos de la tecnología, que en su origen tienen casi siempre fines pacíficos, hasta que se descubre un mortífero poder destructivo para uso militar, la dinamita inventada por Alfred Nobel no fue una excepción.
Por eso, como nos contaban desde que éramos párvulos en la escuela, el señor Nobel dejó establecido que a su muerte, perseguido por un gran sentimiento de culpa, dispuso que con su inmensa fortuna se constituyera “un fondo cuyo interés se distribuirá anualmente como recompensa a los que, durante el año anterior, hubieran prestado a la humanidad los mayores servicios”.
Según el testamento del señor Nobel los premios distinguirían las contribuciones en Física, Química, Literatura y Medicina y “la quinta parte a quien haya laborado más y mejor en la obra de la fraternidad de los pueblos, a favor de la supresión o reducción de los ejércitos permanentes, y en pro de la formación y propagación de Congresos de la Paz”.
Según el testamento del señor Nobel los premios distinguirían las contribuciones en Física, Química, Literatura y Medicina y “la quinta parte a quien haya laborado más y mejor en la obra de la fraternidad de los pueblos, a favor de la supresión o reducción de los ejércitos permanentes, y en pro de la formación y propagación de Congresos de la Paz”.
Aunque los Nobel, constituyen sin lugar a dudas, los premios más prestigiosos de la Humanidad, también se han prestado a situaciones no dignas de la voluntad de su creador. Por ejemplo, en Brasil el distinguido Nobel de la Paz, don Alfredo Pérez Esquivel, al ser impedido de ver al prisionero Lula da Silva, prometió que solicitaría el codiciado trofeo de la Paz para el encarcelado ex presidente brasileño, acusado de corrupción.
Y una situación rayando casi en lo surreal, fue la manifestación convocada por el controversial presidente de los Estados Unidos, donde los participantes voceaban “Nobel, Nobel, Nobel” pidiendo que el trofeo de la Paz fuese otorgado al rubio mandatario por sus esfuerzos en resolver la crisis norcoreana, un caso cuya definición en el momento de escribir estas líneas, está aún en el tapete.
Es que al parecer don Alfredo Nobel no tomó en cuenta el viejo proverbio de “que los títulos y galardones son los instrumentos que usa el demonio para dividir a los hombres”. Y mientras estos luchan por obtener distinciones, el resto de la humanidad languidece en su lucha permanente y tortuosa de obtener el sustento. Ante la aparente imposibilidad pacífica de lograrlo, un chusco ha sugerido, que en vez de un Nobel de Paz, se otorgue
PREMIO NOBEL DE LA GUERRA
Para aliviar su conciencia
por su letal invención
creó Nobel premiación
para honrar cultura y ciencia
Fue este un gesto de inocencia
pues títulos y galardones
son del Diablo invenciones
un culto a la vanidad
de esta loca Humanidad
que ama vanas distinciones.
Y en Brasil han ofendido
a un Nobel muy afamado
pues ver a Lula encerrado
una jueza le ha prohibido
quien declaró compungido
que elevará petición
que el famoso galardón
por esa afrenta insolente
se otorgue al ex presidente
que acusan de corrupción.
Y un hombre controversial
convertido en presidente
le dio al premio de repente
un toque bien surreal
y en algarabía total
una multitud pedía
que a ese hombre en aquel día
dieran Nobel de la Paz
por un caso que además
no era un hecho todavía.
Mientras se escucha el fragor
por premios y distinciones
aún padecen mil millones
hambre, miseria y dolor
Si no se escucha el clamor
de los pobres de esta tierra
a Oslo desde la sierra
se hace una propuesta audaz
en vez de Nobel de Paz
den un Nobel de la Guerra.
Rafael Martínez Cespedes
27 de mayo de 2018
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