miércoles, 30 de mayo de 2018

NO SABEN GUARDAR LAS PLUMAS


Esta mañana sentí la curiosidad de hurgar en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en busca de una palabra que pudiese describir la cualidad que combinara la impunidad con la desfachatez.

Impunidad por ejemplo es según la RAE, la cualidad de impune, que a su vez es “algo que queda sin castigo”, un hecho que observamos históricamente y de forma tan frecuente en este país, que la aprendemos casi por ósmosis.  Un ejemplo práctico sería “el ex funcionario Fulano de Tal, está acusado de haber recibido sobornos durante sus funciones por US$100  millones de dólares, pero el Tribunal que lo juzga archivó el caso.

Desfachatez, por su parte no es una expresión tan vieja, pero muy practicada en los últimos años, nos dicen que es “desvergüenza, atrevimiento, insolencia, falta de respeto”. Aquí de nuevo un ejemplo práctico sería: “Sí: me robé US$100 millones y ¿qué?

Claro que su forma de decir ¿y qué? no es tan directo pero sí lo es su estilo de vida. De repente adquiere apartamentos en torres de precios millonarios, viaja con su familia a esquiar a un resort de montaña, adquiere vehículos ingleses de precios astronómicos, en algunos casos aviones o helicópteros y por supuesto instala una sucursal con mega diva incluida. 

En el Santiago rural de mi infancia, generalmente los vecinos criaban pollos que luego sacrificaban para su sustento y cada quien conocía el color de las plumas de sus aves. Por eso, si algún pollo se aventuraba a cruzar a un patio ajeno, corría el riesgo de ser atrapado por un vecino deshonesto que debía deshacerse prudentemente, del plumaje incriminador.  

De ahí la famosa anécdota  atribuida  a Lilis y a un funcionario suyo quien con un magro sueldo como Director de Aduanas le ofreció en su casa una cena a todo lujo, le aconsejó el Presidente: “Compadre, cómase el pollo, pero no se olvide de esconder bien las plumas”.

Quienes practican la corrupción – tanto en el ámbito público como en el privado – pues casi nunca hay una sin la otra, por la desfachatez que exhiben al mostrar tantos bienes mal habidos, definitivamente

NO SABEN GUARDAR LAS PLUMAS

Hoy finamente empacado
el pollo que nos comemos
casi listo siempre vemos
en limpio súper mercado
Pero en el siglo pasado
era este país rural
y de forma artesanal
el pollo se preparaba
y mucho trabajo pasaba
el dueño y el animal

Cada quien en patio criaba
su pollo y llegado un día
el cuello le retorcía
y al infeliz desplumaba
Pero se recomendaba
si el pollo es de otro criador
olvidarse del candor
mucha discreción tener
y con cuidado esconder
el plumaje delator

Esta profunda lección
pocos la han asimilado
cuando roban al Estado
y practican corrupción
En pública ostentación
lujo y placer son sus metas
olvidan que con chancletas
prestaron su juramento
pero en el peor momento
a prisión van en yipetas

Rafael Martínez Céspedes
29 de mayo de 2018

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