A muchos le sorprende el hecho de que fuese una joven inglesa de 18 años,Mary W. Shelley, la creadora en 1818 de la primera novela de ciencia ficción del mundo moderno: “Frankenstein o el moderno Prometeo”. La obra que todos conocemos por su popularidad y por haberse llevado a la pantalla cinematográfica en diversos períodos, trata sobre un científico Victor Frankenstein, quien, obsesionado con la utilización de la ciencia moderna, decide utilizar sus conocimientos para dar vida a tejidos inanimados.
El monstruo creado por el novel científico – inapropiadamente llamado por el público como Frankenstein, en vez de la “criatura” o la “cosa” como lo llamó Mary Shelley- de aspecto horrible y de un tamaño y fuerza enormes, empieza a independizarse y a cometer asesinatos que comprometen y afectan a su “amo” Victor Frankenstein. Al final de la historia, cuando el monstruo conmina a su creador a realizar actos, los cuales este último rechaza, el monstruo le ordena perentoriamente. “ Tú eres mi Creador, pero Yo soy tu Amo. ¡Obedéceme!.
Durante la Guerra Fría, cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban la hegemonía del mundo, esta última invadió Afganistán (1979 1989) siendo enfrentada por patriotas fundamentalistas islámicos llamados muyahidines apoyados por los Estados Unidos, cuya agencia de inteligencia o CIA fue la responsable de entrenar estos guerreros improvisados en el arte del sabotaje, la subversión y la guerra de guerrillas. Uno de estos jóvenes era por supuesto el millonario saudita Usama Bin Laden. Posteriormente a la salida de los rusos del país, Bin Laden se declaró enemigo de los Estados Unidos a quienes llamaba “los más grandes terroristas del planeta”, fundó el grupo “Al Qaeda” y confesó y reivindicó importantes atentados terroristas entre los cuales se encuentran los ataques a las embajadas de EUA en Kenia y Tanzania el 7 de agosto de 1982 y en particular los atentados del 11 de septiembre del 2001 al World Trade Center y al Pentágono, lo que provocó dos grandes invasiones de parte de los americanos a Afganistán e Iraq y la búsqueda durante una década deBin Laden, hasta su muerte reciente por un cuerpo militar élite estadounidense hace una semana.
Es increíble el paralelismo de la moraleja en ambas historias, casi las dos de ficción. Los experimentos de Victor Frankenstein representan la búsqueda “del poder divino que significa la creación de la vida y la rebelión de la criatura contra su creador, un mensaje del castigo que nace del uso irresponsable de la tecnología”. En el caso de los Estados Unidos las consecuencias que acarrea la búsqueda del control político y económico de los países del tercer mundo y las consecuencias que trae el entrenamiento de su gente en las malas artes de la mentira, la extorsión y el asesinato. Bin Laden, el Frankenstein de los Estados Unidos les devolvió, da pena decirlo, a los americanos con su propia moneda.
No es difícil predecir las consecuencias de la muerte de Bin Laden. Sin duda sus herederos querrán continuar su lucha y el mundo debe prepararse para enfrentar la revancha. Pero junto con ese esfuerzo defensivo, debe surgir una ofensiva de los países desarrollados de colocarse del lado de estos pueblos oprimidos y en vez de enseñarle malas artes, educarlos pues aunque muera un terrorista,
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