lunes, 29 de septiembre de 2008

LA CIENCIA DEL CINE O CENA


En mi niñez, se comentaba que un tendero del pueblo era tan cuidadoso con su dinero, que cuando sus hijos les pedían una mesada para ver una película, el viejo tendero les contestaba: “Tienen que elegir que van hacer esta noche. es cine, o cena”, dándoles de paso sus primeras lecciones en esa fría ciencia que es la Economía, la disciplina que nos ayuda a elegir entre los bienes escasos.

La sociedad de consumo de los Estados Unidos al parecer agotó su cuota de cine: un nivel de vida que no se compara con ningún país en la tierra, despilfarro de los recursos energéticos y, si no faltara más, una costosa guerra que le consume 20 mil millones de dólares al mes. Así las cosas, como el dinero y el crédito no duran para siempre, la pelota ha empezado a romperse por las costuras y una crisis financiera que recuerda a la recesión del 1929, está tocando las puertas de los americanos. Sólo que a diferencia de esa época, en este mundo globalizado la astronómica deuda va a tener que ser asumida por otros países – entre ellos China – que tiene entre sus manos casi 2 millones de millones de dólares (2 trillones) en papeles del Tesoro de los E.U.A..

“La Riqueza de las Naciones” del pensador escocés Adam Smith, que estableció que la fuente de la riqueza de los países eran los mercados libres, ha sido la Biblia en que se han apoyado los defensores del capitalismo a ultranza. Pero, nos ha recordado el Premier chino Wen Jiabao, comentando sobre el origen de la crisis que hoy golpea a los americanos, que Smith también publicó otro texto que trata sobre la igualdad social y la justicia y el importante papel regulador del gobierno y su papel en la distribución de esa riqueza entre el pueblo. No es lo que se ve hoy día en el resto del globo, pues mientras el mundo rico y desarrollado sigue asistiendo al cine, los pobres tienen que conformarse con ir a la cama sin cenar. Para ellos habrá que reinventar


LA CIENCIA DEL CINE O CENA

Gran tormenta financiera
en América se mueve
que aquel “crack” del veintinueve
en intensidad supera
y a la humanidad entera
afectará el cataclismo
y al rancio capitalismo
golpeará en sus cimientos
porque le llegó el momento
de cambiar su despotismo.

Ni paz ni estabilidad
podrán lograr hoy en día
ni el mundo o la economía
con tanta desigualdad
y esta extraña humanidad
que un hombre envía a la luna
mientras tolera una hambruna
en donde mueren millones
y no aparecen raciones
para niños en su cuna.

No tienen piedad ni pena
ni el capital ni el mercado
y la Economía ha probado
ser ciencia de cine o cena
que al hombre a un mundo encadena
donde siembran gasolina
para andar en limosina
y al culpable dan honores
o financian sus errores
aunque haya hambre en cada esquina.


Rafael Martínez Céspedes
29 de septiembre de 2008

viernes, 19 de septiembre de 2008

EL OFICIO DE SER POBRE

Antes que a los astutos japoneses se le ocurriera introducir cuerpos extraños en las ostras para que estas produjeran las llamadas perlas “cultivadas”, una de las actividades más riesgosas era la de los buceadores que en la Polinesia arriesgaban constantemente sus vidas para traer a la vanidad del mundo, las bellas perlas naturales. Interesantes seres eran estos intrépidos buzos polinesios.

Un buzo es, según la definición formal, “una persona que se dedica profesionalmente a trabajar sumergida en el agua”. Sin embargo, en los países en vías de subdesarrollo (la falta es intencional) también existe otra acepción: el trabajo que realizan unos pobres miserables – mayormente niños – extrayendo objetos o alimentos de los vertederos de basura municipales. Me lo recordó el hecho de que precisamente hace un par de días, leí como una noticia al margen que uno de los camiones que vierten los desechos, aplastó a uno de estos niños buceadores. Gajes del oficio, exclamarán algunos. Gajes del oficio de ser pobre, agrego yo.

En el Nuevo Testamento, Juan pone en boca del Cristo advertirnos “que los pobres siempre estarán con ustedes”. Estamos de acuerdo. Lo que no nos dice el evangelista es que habría tantos de ellos, y que el egoísmo de nuestra civilización iba a seguir tratando la pobreza como un mal endémico, inevitable e insoluble y que sobre todo, como los vertederos están en las afueras de las ciudades, que nos acordáramos de ellos sólo cuando las llantas de un camión devolviera a una de estas criaturas al detrito al que los hemos condenado vivir. Mientras tanto, pidámoslo a nuestro buen Dios que nos libre de ejercer

EL OFICIO DE SER POBRE

Un oficio detestable
el ser pobre está probado
pues se vive siempre atado
a un destino miserable
y a la regla inevitable
que desde antaño perdura
saber que esta vida dura
se muestra al pobre más fea
pues le asigna la tarea
de recoger la basura.

Antes a fin de saciar
la vanidad de este mundo
perlas en el mar profundo
solían los hombres buscar
situación que hizo cambiar
nuestra globalización
que nueva e innoble misión
le da ahora al pordiosero
“bucear” en un basurero
y morir bajo un camión.

Como el mundo ya lo ha visto
siempre hay pobres por doquier
aunque de ellos tanto haber
no sé si lo dijo Cristo
y como nadie está listo
a ejercer su humanidad
para un pobre de verdad
hay un sólo mandamiento
que es vivir en sufrimiento
y morir sin dignidad.

Rafael Martínez Céspedes
18 de septiembre de 2008

domingo, 14 de septiembre de 2008

¡A JUGAR PELOTA CHINA!


Harto difícil ha sido siempre manejar un Estado. Ahí están las incontables páginas de la Historia que narran las memorias sangrientas de casi todos los dirigentes que, a cambio de la efímera gloria de imitar en algo a Dios han debido pagar con una alta cuota de ansiedad, desencanto y con la propia vida, el precio de dirigir una institución, un país o un Estado.

Si difícil fue antes, mucho más lo es ahora en esta edad del terrorismo y el tráfico impune de drogas; la era del calentamiento global, de los mega desastres naturales, del agotamiento de los recursos energéticos del planeta, de la inseguridad y la delincuencia, de las hambrunas endémicas y de la inmigración sin control. Los teóricos que tratan el tema del liderazgo y la gobernabilidad, llaman a nuestra época la edad del béisbol chino. Esta pelota china, según ellos, es igual a la tradicional, sólo que después que se lanza la primera bola todas las reglas cambian: la primera base se puede mover hasta el “home”, el jugador del centro puede venir a buscar los batazos detrás del plato y cada jugador, en fin, hace lo que le viene en gana.

Por eso no nos sorprendimos cuando hace poco, el síndico de una pequeña municipalidad decidió utilizar los camiones destinados para recoger basura y en su lugar, usó esta para bloquear la principal autopista de este país como protesta porque el Gobierno Central no le otorgaba los terrenos para - imagínese usted - un vertedero. Sonrisas de algunos; protestas de otros; deseos de otros de volver a tener un dictador. Elija usted su reacción, pero mientras tanto, acostúmbrese a la falta de reglas, pues es mejor que aprendamos desde ya


A JUGAR PELOTA CHINA

Dicen que cosa muy dura
es pasar del dicho al hecho
o ver que arroja un desecho
una tal Sindicatura
que bloqueó con su basura
importante carretera
que si en la gloriosa Era
este hecho habría pasado
de ciertas partes colgado
el responsable estuviera.

Cada vez es más extraño
el país donde nacimos
que es casi decir morimos
pues nos gusta hacerle daño
y aquel gobierno de antaño
nos obligan añorar
pues cuando vimos matar
al malo de la novela
parece el bueno recela
y no acaba de llegar.

Sin dudas que nos fascina
estar bregando con fuego
cambiar las reglas del juego
practicar pelota china
donde el caos predomina
porque sin orden jugamos
y andando así por los ramos
como es lógico esperar
pronto veremos llegar
el garrote que anhelamos.

Rafael Martínez Céspedes
14 de septiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

MAL SE REPARTE EL PASTEL



Una de mis anécdotas favoritas la leí hace ya muchos años. La escribe alguien que en su niñez en Alemania, había sido invitado junto a varios nietos, a cenar en casa del abuelo. Cuenta que al final, como postre, el abuelo les ofreció manzanas y que entre las mismas brillaba un exótico higo al parecer muy escaso en esa época: un tesoro a los ojos de los niños.

Viendo la inquietud de sus nietos, el abuelo tomó bruscamente el higo y entregándoselo a una de las niñas dijo: “El higo se lo doy a Alicia. Es bueno que desde temprano se vayan acostumbrando a las injusticias de la vida.”. Si bien la obvia lección, como señala posteriormente el protagonista de la anécdota, es ilustrar de que aún sabiendo que la vida reparte muy pocos higos y muchas otras frutas inferiores, la envidia no permite que disfrutemos de los encantos que de vez en cuando nos presenta la existencia.

Ya a un nivel más pragmático, el cuento debía ser aprovechado por los políticos del patio que al final de una campaña electoral exitosa aspiran a ser recompensados todos con un higo, despreciando –para tropicalizar nuestra anécdota - las bananas que puedan quedar en la canasta del Poder. En primer lugar no hay tantos puestos para tantos aliados, ni todas las posiciones consisten en Ministerios de Educación, Cancillería u otra cartera que conlleve prestigio o un alto presupuesto. Claro que son ilusiones ya que, con pocas excepciones, no aceptamos con buen gusto estas probadas injusticias de la vida y que siempre, casi siempre

MAL SE REPARTE EL PASTEL

La vida con gran malicia
tiene coyunturas raras
y las cosas que son caras
reparte con injusticia
pues si un higo le da a Alicia
da al resto frutas menores
y es de los males peores
no aceptar tal situación
que le evita al corazón
mucha envidia y rencores.

Esta lección importante
podría también seguir
cuando vaya a repartir
los puestos un gobernante
pues ese aliado flamante
verá con mucha alegría
no todo es Cancillería
o presupuesto abultado
y no saldrá disgustado
ni se alzará en rebeldía.

Claro que son ilusiones
huérfanas de realismo
pues quiere el capitalismo
que el pobre piense en millones
ya que estas extrañas lecciones
no entiende el que anda a pies
cuyo máximo interés
es una fiada yipeta
sin saber que ahora su meta
será odiar los pagarés.

Rafael Martínez Céspedes
9 de septiembre de 2008

viernes, 5 de septiembre de 2008

EL PODER DE LAS PALABRAS


Alguien ha observado con gran propiedad que el negocio de la droga no sólo “ha enriquecido a banqueros, mafiosos y políticos corruptos” si no que ha enriquecido también el idioma. Ya lo previó Cervantes, cuando puso en boca del Quijote su opinión sobre los nuevos términos que aparecen en el idioma hablando de esta forma a Sancho:: “y cuando algunos no entienden estos términos, importa poco, que el uso los irá introduciendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan, y esto es enriquecer la lengua, sobre quien tiene poder el vulgo y el uso”.

En efecto, antes mula era sólo la estéril mezcla de asno y yegua. Hoy es un contrabandista que transporta drogas en pequeñas cantidades. Antes “darse un viaje” era trasladarse a algún sitio por aire, mar o tierra; hoy en día es el estado resultante de haberse administrado una droga alucinógena, expresión que de paso popularizó el verbo “alucinar” antes un vulgar desconocido. Otro término muy popular, aunque bastante peligroso, es el denominado “tumbe” utilizado cuando un grupo de narcotraficantes le roba a otro un cargamento de cual se han provisto de información previa.

Por eso resultó extraño que en estos días un dirigente político a quien al parecer se le había prometido un puesto importante, al enterarse que la posición le había sido dada a otro, gritó desde el propio Palacio Nacional: “Alguien me ha dado un tumbe.” Aunque al principio pueda esto provocar risa, en el fondo es algo muy serio que nuestros políticos sigan “empobreciendo la lengua” olvidando que al abrir su boca – como amonesta la Biblia – están mostrando al pueblo su corazón y formando con su ejemplo a nuestra juventud. Están olvidando, sin dudas,


EL PODER LAS PALABRAS

En el argot popular
si alguien es despojado
o si algo le han robado
usan el verbo “tumbar”
aunque conviene aclarar
que su uso es más frecuente
entre oscuros delincuentes
o bandas de salteadores
no entre colaboradores
de un augusto presidente.

Sucede que en elecciones
se promete hasta la luna
y hasta los niños de cuna
se le ofrecen posiciones
aunque son tantos millones
y el pastel es tan chiquito
que por más que pongo y quito
a la hora de ganar
sólo se pueden nombrar
a los del mismo grupito.

Mezcla nuestra sociedad
miseria con democracia
y algunos les causa gracia
nuestra absurda realidad
pues es muy cruda verdad
que una llamada nación
donde un cargo o una función
sean objetos de algún tumbe
hacen que el país se enrumbe
a ser país de ficción.

Rafael Martínez Céspedes
5 de septiembre de 2008