El juicio que según nos dicen, expresara el crítico e historiador
romano Asinio Polión sobre el celebérrimo Cicerón, pudiese hoy día ser aplicado
también a la Humanidad entera: “Ojalá hubiera sido capaz de soportar la
prosperidad con mayor auto control y la adversidad con mayor energía!”
Por supuesto ya sabemos que, a juzgar por la historia
económica de la Humanidad desde el inicio de la Revolución Industrial hasta
nuestros días, esta ha demostrado una gran falta de templanza en el manejo de la
gran riqueza generada globalmente, pues lo ha hecho a costa del deterioro de la
salud del planeta causada a su vez por un crecimiento poblacional incontrolable
y la generación de una inequidad social nunca antes vista. Hemos fallado en la
primera fase del juicio a Cicerón ¿pasaremos ahora la prueba de afrontar con
energía, la adversidad que se otea en el horizonte?
Muy poco oímos hablar hoy en día de Kenneth Boulding, un
economista inglés, profesor emérito en los EUA, quien a mediados del siglo
pasado publicó una obra titulada “La Nave Espacial Tierra” donde afirmaba que
durante milenios cuando el número de
habitantes era escaso en número y limitado en tecnología, el planeta podía
considerarse como “una fuente infinita de recursos y un pozo negro infinito
donde vaciar sus desechos”, mientras que hoy en día “el planeta se ha vuelto
una nave espacial en la dura realidad del sistema social, biológico y físico donde
el hombre está inmerso”. Antes podíamos destruir ambientes y mudarnos a otros
más limpios; hoy ya no quedan espacios disponibles para abandonar. Somos,
quiérase o no, todos pasajeros de una nave espacial que viaja aceleradamente en
el espacio.
El problema, sin embargo, es que la nave tiene varios
pilotos, muchos de ellos, tememos, sin la debida preparación, temperamento o
experiencia para sortear los inmensos retos que este peligroso vuelo conlleva.
De Cicerón, sabemos, es la frase, que “los pueblos que olvidan su
historia están condenados a repetirla” y al parecer la Humanidad – que es el
pueblo olvidadizo a que aludimos – no parece ver las señales históricas que aparecen por
doquier – como lo hicieron antes de sus grandes y cruentas catástrofes – anunciando que
grandes turbulencias le esperan a nuestra maltrecha nave en un futuro no muy
lejano.
Asustados dentro de la misma, sólo nos queda repetir la frase con que empezamos; ¡Abróchense los cinturones!
Asustados dentro de la misma, sólo nos queda repetir la frase con que empezamos; ¡Abróchense los cinturones!
Rafael Martínez Céspedes
9 de diciembre de 2016
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