viernes, 9 de diciembre de 2016

¡ABRÓCHENSE LOS CINTURONES!


El juicio que según nos dicen, expresara el crítico e historiador romano Asinio Polión sobre el celebérrimo Cicerón, pudiese hoy día ser aplicado también a la Humanidad entera: “Ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad con mayor auto control y la adversidad con mayor energía!”

Por supuesto ya sabemos que, a juzgar por la historia económica de la Humanidad desde el inicio de la Revolución Industrial hasta nuestros días, esta ha demostrado una gran falta de templanza en el manejo de la gran riqueza generada globalmente, pues lo ha hecho a costa del deterioro de la salud del planeta causada a su vez por un crecimiento poblacional incontrolable y la generación de una inequidad social nunca antes vista. Hemos fallado en la primera fase del juicio a Cicerón ¿pasaremos ahora la prueba de afrontar con energía, la adversidad que se otea en el horizonte?

Muy poco oímos hablar hoy en día de Kenneth Boulding, un economista inglés, profesor emérito en los EUA, quien a mediados del siglo pasado publicó una obra titulada “La Nave Espacial Tierra” donde afirmaba que durante milenios  cuando el número de habitantes era escaso en número y limitado en tecnología, el planeta podía considerarse como “una fuente infinita de recursos y un pozo negro infinito donde vaciar sus desechos”, mientras que hoy en día “el planeta se ha vuelto una nave espacial en la dura realidad del sistema social, biológico y físico donde el hombre está inmerso”. Antes podíamos destruir ambientes y mudarnos a otros más limpios; hoy ya no quedan espacios disponibles para abandonar. Somos, quiérase o no, todos pasajeros de una nave espacial que viaja aceleradamente en el espacio.

El problema, sin embargo, es que la nave tiene varios pilotos, muchos de ellos, tememos, sin la debida preparación, temperamento o experiencia para sortear los inmensos retos que este peligroso vuelo conlleva.

De Cicerón, sabemos,  es la frase, que “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”  y al parecer la Humanidad – que es el pueblo olvidadizo a que aludimos – no parece ver  las señales históricas que aparecen por doquier – como lo hicieron antes de sus  grandes y cruentas catástrofes – anunciando que grandes turbulencias le esperan a nuestra maltrecha nave en un futuro no muy lejano. 

Asustados dentro de la misma, sólo nos queda repetir la frase con que empezamos; ¡Abróchense los cinturones!

Rafael Martínez Céspedes
9 de diciembre de 2016

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