Hoy me gustaría hablar de Heinrich Heine (1797-1856) ,
poeta judío alemán, considerado “el último poeta del romanticismo” y quiero
comenzar esta entrada con una genial frase suya que retrata de cuerpo entero
nuestra loca y peligrosa especie:
“La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que,
cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente
resolución de volverse loca.”
Y una de las grandes vergüenzas de este mundo, ha sido
la triste y larga historia de las denominadas “quemas de libros”, esa inútil
búsqueda de mentes obcecadas por el poder, de pretender “quemar las ideas” ese
paso previo a llevar a la hoguera a quienes disienten de las suyas. Para mejor ilustrar la cosa, me he permitido
copiar una definición sobre el tema y que dice:
“La quema de libros es la práctica,
generalmente promovida por autoridades políticas o religiosas, de destruir
libros u otro material escrito; está vinculada al fanatismo ideológico y
suele acompañar a muchos conflictos bélicos. La práctica generalmente es
pública y está motivada por objeciones morales, políticas o religiosas, al
material publicado. “
Nos cuentan los historiadores que ha existido ésta irracional
práctica desde que el hombre es hombre, lo cual por supuesto no es excusa para
continuarla. El emperador romano Dioclesiano, por ejemplo, en el 292 D.C.
ordenó la quema de todos los libros de alquimia de la Biblioteca de Alejandría,
mientras que en el 367 tuvo lugar la quema de todos las publicaciones
cristianas, con la excepción de las que hoy constituyen el Nuevo Testamento,
las cuales fueron reducidas a cenizas por orden del Obispo Atanasio. En el
Siglo XV tuvo lugar en Florencia una importante quema de libros considerados
“inmorales” en la llamada “Hoguera de Vanidades” promovida por el religioso
extremista, el italiano Girolamo Savonarola.
Con ese don profético con el que Dios dota siempre a
los grandes poetas, Heinrich Heine escribió en 1821: “Ahí donde se queman libros
se acaba quemando también seres humanos”.."(Dort, wo man Bücher verbrennt,
verbrennt man am Ende auch Menschen.)
Y fue precisamente en la patria de Heine y contra de
los de su raza o religión, donde se cumplió literalmente la profecía del gran
poeta. El régimen nazi, el 10 de mayo de 1933, en la Bebelplatz de Berlín, llevó
a cabo aquella famosa quema pública de libros de autores judíos u opuestos a la ideología nazista, a cuya acción siguió
encender las decenas hornos –similares a los de
Auschwitz o Treblinka-donde fueron exterminados como parte de la
“solución final” millones de judíos y/o pertenecientes a “razas inferiores” y/o
disidentes de la ideología que controlaba el Poder en la Alemania de Hitler.
Por supuesto que nuestra América no se queda atrás.
Ahí tenemos como vergonzosa muestra las dictaduras militares de Pinochet en
Chile y la de los criminales dictadores militares en la Argentina. Quemaron
libros y al no poder quemar las ideas, quemaron entonces a quienes disentían de
las suyas. Vergüenza, vergüenza, otra
vez vergüenza.
Nosotros, los dominicanos, que hemos sido tildados
muchas veces de “ser demasiado isleños” parece que hemos decidido globalizarnos
e incorporarnos – aunque un poco tarde, confieso – a esa tendencia histórica a
la quema de libros, pues recientemente me enteré de un evento público donde
fueron quemados libros del laureado escritor, Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, por un artículo que este
escribió en el diario español “El País”, manifestando su desacuerdo con la
sentencia del Tribunal Constitucional de la República Dominicana, la cual Vargas
Llosa tildó de racista, xenófoba y sugirió motivaciones de tipo nazistas. Sin embargo, pedimos a Dios que, como en
otros casos de la historia, estos hechos no sean el preludio de algún conflicto
bélico o preceda a la quema o muerte de quienes no estén de acuerdo con la
controvertida sentencia. Tengamos, pues gran cuidado con
EL
JUEGUITO DE QUEMAR
Eso de libros quemar
tiene larga y triste historia
que aunque hiera la memoria
hoy conviene recordar
porque a la hoguera llevar
las ideas de una mente
son ideas de un demente
que no acepta el disentir
para después exigir
que se queme al disidente.
En Berlín y Alejandría
muchos libros han quemado
aunque jamás han logrado
quemar una ideología
y cumplir la profecía
de Heide alemán genial
ya que en su tierra natal
incineraron millones
en los hornos y prisiones
de la Solución Final.
Con el fin de castigar
al escritor Vargas Llosa
aquí en nuestra isla hermosa
ya sus libros vi quemar
y muerte le piensan dar
al que a la Patria no es fiel
que hoy
dividida Babel
por sentencia han convertido
donde a Mario han sugerido
que devuelva su Nobel!
Rafael Martínez Céspedes
18 de noviembre de 2013
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