Si es que podemos encontrar algo positivo en la enorme tragedia que hoy embarga al pueblo japonés después del horrible terremoto y tsunami de estos días, es sólo el hecho de que nos obliga a reflexionar sobre la gran fragilidad de la especie humana y de la temporalidad de nuestra propia existencia.
Ahora que el sismo ha afectado algunas de las plantas nucleares de las tantas con que Japón suple sus insaciables necesidades energéticas y existe la amenaza de que miles de personas se vean afectadas por la letal radiación, justamente en el país que fue el laboratorio donde el mundo pudo comprobar en la piel de cientos de miles de nipones, lo que es un incipiente holocausto nuclear, sirva la triste ocasión para reflexionar sobre el horror y peligro que representa para la humanidad el uso de la energía atómica con fines bélicos y sobre el daño que seguimos ocasionando a la Tierra usando esa misma energía, para mantener un estilo de vida egocéntrico que no toma en cuenta los recursos limitados del planeta ni las necesidades de los demás.
Ciertamente, el increíble desarrollo del Japón en todos los órdenes, a partir de las fatídicas explosiones de Hiroshima y Nagasaki en el 1945, ilustra la paradoja a que se refirió el politólogo Leslie Lipson en su “Crisis Ética de la Civilización” al sostener que la humanidad, como ha sido puesta en prueba más de una vez, se encuentra de nuevo en un momento decisivo de la Historia, en una encrucijada, donde debe decidir si utilizará todos los recursos generados por su vasta tecnología para mejorar y aminorar el hambre, la ignorancia y las enfermedades de tantos seres humanos desposeídos o, por el contrario, seguirá, guiada por su egoísmo, conduciendo al planeta hacia un derrotero fatal que lo conducirá a su aniquilamiento vía el holocausto nuclear o hacia la contaminación y agotamiento de los recursos vitales del planeta. Quien vio las imágenes durante el sismo de Japón, donde cientos de automóviles – los responsables últimos de la tragedia ambiental - flotaban como juguetes en medio del poderoso tsunami, se inclinaría a pensar que de nuevo la humanidad está desperdiciando una hermosa oportunidad de practicar lo que es éticamente correcto.
Nos dicen que los japoneses en lo espiritual, incorporan los rasgos de muchas religiones en sus vidas diarias, en un proceso conocido como sincretismo y que una plegaria popular cuando se tienen problemas es "Kami-sama, Hotoke-sama, dōka otasuke kudasai." ('Dioses y Buda, ayúdenme de alguna forma, por favor'). Ojalá que esa sentida oración la practique el globo entero, pues de una forma u otra siento que al fin de cuentas
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