La Iglesia que conocía
era sobria, misteriosa
y era muy seria cosa
respetar los santos días
y si alguno no quería
sus rodillas maltratar
de seguro iba a parar
a la Cruz junto con Cristo
pues los curas ya se ha visto
se tenían que respetar.
Pero, casi sin darnos cuenta, en un momento de lucidez o de locura, la Iglesia Católica decidió ponerse al día, celebrar su "aggionarmiento" y por orden de los jefes, la liturgia fue cambiada. Los sacerdotes podían celebrar la misa dando la cara a los fieles, el latín tradicional fue sustituido por lenguas vernáculas y se introdujo música poplar en los oficios religiosos en vez de esos extraños y foráneos cánticos gregorianos.
Frente a esta súbita democratización, el pueblo por vías de consecuencia, perdió su miedo, respeto o terror al puño fuerte de la iglesia en su papel de preservadora, junto al Estado, del orden social. Y como ha sucedido en otras épocas en el devenir histórico de la humanidad, la gente (incluidos los curas) después de tantos años sujeta a una disciplina moral basada en elementos etéreos, salió disparada a la busca del placer de los sentidos, aquí y ahora. Y así las iglesias fueron reemplazadas por playas, moteles y ríos y el culto se hizo sexo, drogas y desenfreno. Conectar este brusco cambio a los males presentes - deterioro de todas las instituciones, incluyendo la crisis actual de la Iglesia Católica, delicuencia, narco tráfico y el acoso insconsciente del medio ambiente, es una tarea que dejamos a la opinión del lector.
La iglesia que conocía
con mucho bombo y platillo
después de muerto Trujillo
decidió ponerse al día
y como cualquier impía
su liturgia transformó
su austero rostró cambió
actuando con mucha prisa
y desde entonces la misa
se acompaña con bongó.
Y la Semana tan santa
se constituyó en bacanal
y el silencio sepulcral
hoy es un ruido que espanta
y la gente baila y canta
viajando en barco o avión
y al compás de salsa y són
hoy llena playas y ríos
en un festival impío
de sexo, tabaco y rón.
Rafael Martinez Céspedes
Abril del 2010
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