Nadie como los antiguos
griegos para darnos con su genial mitología, algunas referencias sobre como interpretar
experiencias del género humano que pueden comportar alguna lección paa el
futuro en nuestras propias vidas. Por eso, al escuchar la noticia de la
escandalosa confesión en el programa de televisión de Oprah Winfrey, del mito
del deporte mundial, el laureado ciclista norteamericano Lance Armstrong, quien
estuvo durante años negando el uso de esteroides y otras drogas que aumentaban
su capacidad de oxigenación para lograr una ventaja física frente a otros
competidores y que le hizo ganar innumerables premios del Tour de France, pues “ya
no podía soportar seguir viviendo con esa mentira”.
Sin entrar en
consideraciones sobre todo el tiempo en que Armstrong tomó para admitir al fin
su culpa, creo que la lección a tener en cuenta es realmente la tendencia de
miembros de la sociedad humana a buscar el éxito a todo costa, a convertirse en
mitos, o como lo define el diccionario en “persona a la que se atribuyen cualidades
o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen” porque en
este mundo moderno de valores invertidos es el mito el que genera notoriedad y
sobre todo dinero, el instrumento que políticos, banqueros, artistas y casi
todo el mundo andamos buscando como la panacea a la triste realidad de vivir y
tener que morir. Sin embargo, los griegos nos recuerdan en su sabia mitología
el síndrome de Ícaro, hijo de Dédalo el arquitecto del Laberinto de Creta.
Prisioneros ambos del Rey Minos en la isla y no pudiendo escapar por mar, el
padre construyó para ambos unas alas que aseguró con cera, advirtiendo al hijo
que no subiera muy alto pues el Sol derrite la cera. Icaro,
desoyendo el consejo, comenzó a volar y pretendiendo subir hasta el Paraíso, el
ardiente sol derritió la cera, las plumas se despegaron e Icaro murió cayendo
al mar.
Como Armstrong, si
olvidamos la lección, al final de la carrera
TODOS DEBEMOS LLORAR
No es muy bueno alto
volar
con orgullo y
arrogancia
pues el Sol en cada
instancia
nuestras alas va a
quemar
El hombre tiende a
olvidar
o en su miopía no ver
alas no habrá de
tener
pues son pegadas con
cera
y el golpe que nos
espera
será más grande al
caer.
Esto lo probó con pena
un laureado campeón
porque nunca esta
lección
se aprende en cabeza
ajena
Por eso el mundo
condena
al campeón de campeones
que con drogas,
transfusiones
se hizo un héroe mundial
y acumuló capital
pues buscó ganar millones.
El reputado ciclista
ni es último ni primero
pues presidentes, banqueros
la lección pierden de
vista
y sólo al fin de la
pista
aprendemos que el Poder
ni siquiera deja ver.
frente a los ojos la
mano
y enciende el orgullo
humano
que al fin nos hace perder.
Rafael Martínez
Céspedes
22 de enero de 2013
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