El amigo y colega
argentino Nicolás Orsanic, del blog Relincho de un Potro Argentino(www.potroargentino.blogspot.com), me había pedido en su última epístola, le narrara
algunas de las bellezas de mi país, la República Dominicana. Lamentablemente,
como la poesía muy rara vez resulta rentable, últimamente me había resultado un
poco cuesta arriba contestarle, pues he debido pasar más tiempo del debido en
la prosaica ocupación de procurarme el sustento. De todas formas, ya con un poco
de tiempo, ahí le envío algunas reflexiones.
Nuestra isla,
bautizada por Colón como La Española o Hispaniola, era como un jade vegetal
rodeado de un mar bravío. Fuerzas telúricas conformaron sus montañas – los picos más altos del Caribe – y
en sus verdes y fértiles valles disfrutaban de la naturaleza unos pacíficos
habitantes de la raza taína. Como sucedió con los demás países de la América
Hispánica, los nativos fueron subyugados y explotados de forma perversa por los
insaciables españoles, quienes con su trato cruel y enfermedades desconocidas,
diezmaron la población nativa en un par de décadas. Sustituidos por esclavos
africanos que también sufrieron en carne viva la cruenta explotación de los
europeos, aquellos sobrevivieron el maltrato y fueron conformando con el
paso de las generaciones una raza nueva, que sigue siendo, a pesar de su esporádica reacción violenta a la
manifiesta injusticia presente en todas nuestras sociedades tercermundistas, un
conglomerado de gente esencialmente buena que todavía aspira, y espera paciente,
a un comportamiento diferente de sus dirigentes. Esa gente de ojos profundos
como lagos sigue siendo amigo Nicolás, una de las cosas bellas de nuestra isla.
Los conquistadores,
como en toda América, a cambio de baratijas que daban a los nativos, arrasaron
con todo y se llevaron todo nuestro oro
y nuestra plata, aunque como dijo el Maestro Neruda, nos dejaron en cambio el
tesoro de las palabras con el que usted y yo nos estamos comunicando. Pero la
explotación de nuestros recursos aún sigue. Los indígenas de hoy, son nativos
corruptos dispuestos a vender el interés nacional por un puñado de monedas, un
automóvil de lujo, o el sorbo de un buen vino.
Con todo, no han
podido llevarse nuestras playas, bellas extensiones de arena blanca e infinitos
cocotales, donde cada año disfrutan del sol del Caribe y de la calidez de su
gente más de tres millones de visitantes venidos mayormente de Europa, pues la
mayoría de los hoteles son propiedad – como en los tiempos de la Colonia – de los
europeos. Por eso, como en esa época, la
pregunta tonta termina siendo siempre
¿CULPAS DEL TIEMPO SON, QUE NO DE ESPAÑA?
Isla verde, exuberante
la que Colón descubrió
e Hispaniola bautizó
el codicioso Almirante
El pacífico habitante
fue en poco tiempo diezmado
por el negro reemplazado
por el cruel conquistador
y por su raza y color
fue como esclavo explotado.
.
La astucia del español
del nativo la inocencia
y del negro la cadencia
se fundieron bajo el Sol
y este mágico crisol
creó la mujer mulata
cuya picardía innata
y dulce sensualidad
regaló a la Humanidad
una especie nueva y grata.
.
Robaron a mano llena
nuestra plata y nuestro oro
y hoy nuestro único tesoro
son playas de blanca arena
pero repite la escena
el europeo pionero
que es hoy flamante hotelero
dueño de la explotación
pues culpas del tiempo son
no del astuto extranjero.
Septiembre 21, 2011
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