En una vigilia en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI pidió públicamente perdón por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra niños. Ya anteriormente el Arzobispo de Canterbury, jefe máximo de la Iglesia Anglicana declaró a la BBC que el "colosal trauma que ha causado la Iglesia Católica está afectando a la comunidad en general" agregando que "en algunas partes de Europa es difícil salir a la calle vestido de sacerdote." Lo más significativo para la humanidad fue la conclusión del Arzobispo sobre el tema cuando dijo: "Cuando una institución tan profundamente vinculada con la vida en sociedad, de pronto pierde toda su credibilidad, eso se convierte en un problema no sólo de la Iglesia, sino de todos."
La desintegración de todas y cada una de las instituciones que daban estabilidad a este mundo disfuncional es un fenómeno que llama enormemente la atención, no tanto por la profundidad y diversidad del cambio, sino como advierten los sociólogos, por la velocidad en que se viene produciendo este agente desintegrador. La globalización, el narco tráfico, la tecnología indetenible y deshumanizante, la liberalización de las estructuras sociales (incluyendo la propia Iglesia), la urbanización sin control y los modelos de crecimiento económico que no toman en cuenta el medio ambiente, son algunos de los elementos que nos han ido dejando poco a poco sin instituciones.
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Así, empezó a irse la familia; los partidos políticos en casi todo el globo son el paradigma de lo no creíble y los militares que mezclaron las armas con el negocio, viven su propia crísis de credibilidad. Ahora le toca a la Iglesia Católica que, con sus más de dos mil años de experiencia mezclando oro con almas, eran los alquimistas de la estabilidad y los magos de la permanencia. Pero, no podemos tomar las cosas tan a la ligera: Si la Iglesia tambalea, tambalea el mundo entero y su crisis a todos nos atañe. Conviene recordar la responsabilidad de todos nosotros en el problema, inspirándonos en las meditaciones del poeta John Donne cuando escribió: "Ninguna persona es una isla y la muerte de cualquiera me disminuye, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, porque doblan por tí y por mí, nunca preguntes
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POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS
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Que un Papa pida perdón
y lo haga públicamente
es hecho poco frecuente
que merece reflexión´
por la horrible confesión
de tantos niños vejados
seres tristes condenados
a una existencia anormal
por la conducta infernal
de unos curas descarriados.
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Si la Iglesia, una hermandad
a estos curas ha ocultado
se ve que el precio pagado
es su credibilidad
pero media humanidad
está a ella vinculada
y será perjudicada
si esa iglesia se perdiera
y por fuerza esta debiera
de nuevo a ser inventada,
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El cambio devorador
nace de nuestras acciones
y destruye instituciones
la inocencia y el candor
pues del mundo el gran motor
es nuestra horrible ambición
y saber en conclusión
que pierde la raza humana
pues doblarán las campanas
si muere la tradición.
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Rafael Martínez Céspedes
18 de junio de 2010