martes, 19 de enero de 2010

SIGUE APOSTANDO A LA VIDA




Cuando tienen lugar acontecimientos apocalípticos como lo fue sin dudas el devastador terremoto del 12 de enero en Haití, a medida que van llegando las noticias y las imágenes, se suceden en los seres humanos que los contemplan desde lejos, una oleada de sentimientos y emociones profundas y contradictorias.

El primer sentimiento es de incredulidad: no es posible medir en términos racionales la magnitud de esa tragedia. Es una primera y natural reacción a lo impensable: no puede estar sucediendo. A continuación, al llegar las horribles imágenes de muerte y destrucción viene la rebeldía contra las fuerzas superiores: ¿Por qué tiene que pasar esto, precisamente al pueblo más pobre del Continente, a un pueblo que ha pagado con creces su cuota de hambre, sufrimiento y miseria? Ante la imposibilidad de hallar respuestas, viene el sentimiento de horror, de gran pena y tristeza y también miedo. Vienen a la mente las escenas dantescas retratadas en la visionaria película de 1973, “Soylent Green” de un mundo en 2022 cuyas fuentes de producción de alimentos ya habían sido contaminadas por completo (Copenhagen?) y se distribuía el “alga” Soylent Green entre una población hambrienta que debía ser controlada por maquinas retroexcavadoras que servían también para recoger los cadáveres resultantes de los motines. Casi una situación similar trajo la televisión satelital sólo días después de ese holocausto.

Aceptados por fuerza los hechos, viene la reflexión de cómo es posible que coexistan en este mundo, sociedades humanas donde la mancha de una gota de vino puede ser más cara que el traje donde cayó la gota y otra de seres humanos obligados a buscar el sustento en un putrefacto basurero? Por suerte la orla plateada apareció en el grande y negro nubarrón del sismo de Haití: voluntarios del vecino país dominicano, que como la viuda de la Biblia, estaban dando casi todo de lo poco que tenían, los socorristas de tantos países, arriesgando sus vidas entre los peligrosos escombros tratando de encontrar sobrevivientes, los médicos norteamericanos haciendo amputaciones con sierras oxidadas y desinfectando con vodka, gobiernos de todo el globo enviando tropas, medicamentos y alimentos para aliviar tanto sufrimiento. En fin tanta gente ayudando a seres desvalidos que devuelven a uno la confianza en esta humanidad que al fin de cuentas


SIGUE APOSTANDO A LA VIDA

El Destino con cruel mano
hizo más oscuro el mundo
sumiendo en caos profundo
con un sismo al pueblo haitiano
y hoy sufre el país hermano
la muy sufrida nación
angustia y desolación
e indescriptibles tormentos
sólo hay quejidos, lamentos
todo es muerte y destrucción

Escenas tan infernales
ni Dante pudo crear
los muertos sin sepultar
heridos sin hospitales
y son tantísimos males
que muchos quieren morir:
no hay agua ni a quien pedir
y entre hierros retorcidos
se oyen tristes alaridos
de uno a punto de partir.

Pero el sismo destructor
también movió corazones
y de todas las naciones
enviaron a Haití su amor
negando este gran temblor
con una gran sacudida
esa versión socorrida
que el mundo es todo maldad
pues aún la humanidad
sigue apostando a la vida.

Rafael Martínez Céspedes
Enero 19, 2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quizás sirva ese cuento para recordar a algunos que sugieren que aqui hace falta un Trujillo, el valor de la libertad.