En los últimos días he tenido un
interesante intercambio epistolar con dos viejos amigos sobre nuestra visión
del mundo en general y sobre el futuro de la República Dominicana en
particular.
Uno de ellos, un profesional de
las Relaciones Públicas y las comunicaciones tiene una visión apocalíptica, ve en el panorama guerras y revoluciones e
indica que “el gran problema de nuestro
tiempo es que ha cambiado la forma de relacionarnos, en función de nuestro
apetito por el dinero y las cosas materiales. Hemos, por tanto, adoptado
patrones éticos muy diferentes a los de antes. Ahora, todo se vale.”
El otro un profesional de la
Economía y las Finanzas ve el mundo con el cristal color de rosa del indudable
progreso material que ha experimentado la humanidad, y escribe “debo afirmar
que el panorama que veo como país me es sumamente esperanzador y estimulante. Lo disfruto todos los días y leer los
periódicos es mi mejor desayuno. Todo depende de cómo uno interpreta lo que ve”.
Para entenderlos a ambos, creo que debemos
inscribirnos en la escuela de pensamiento que afirma que el problema fundamental de nuestros tiempos
viene del hecho de que ese gran cambio en la forma de relacionarnos, a que alude el amigo pesimista, ha cambiado de forma radical los paradigmas en que habíamos
edificado nuestro modelo de civilización.
Ahora por ejemplo, las guerras no
son el modelo tradicional de dos adversarios enfrentándose con armas poderosas
en un campo de batalla. Hoy la guerra cobra la forma de un fanático que armado con instrumentos casi de
ficción, se hace volar junto a cientos de personas en el centro de cualquier
moderna urbe europea. Las revoluciones, por su lado, no se hacen en las lomas
al estilo Fidel o Che Guevara. Ahora la lucha por conseguir la igualdad se
libra mediante la violencia callejera por puestos de droga o asaltos contra
indefensos transeúntes.
En estos días, igual que siempre,
el oficio de político debe ser recompensado , pero ahora se hace con astronómicas sumas y un blindaje
permanente a costa del sudor de la mayoría.
Es que el mundo, para bien y para mal,
ahora se dedica a jugar “pelota china” (Nota 1) y se ha creado un ambiente donde resulta
un poco difícil ser optimista, lo que nos obliga por fuerza a practicar el
carpe diem (Nota 2) , pues de lo contrario nos volveríamos tan locos como este siglo que
nos ha tocado vivir.
Rafael Martínez Céspedes
4 de abril de 2016
(1) Para
los que no conocen el término les invito a dar un vistazo a lo que escribí hace
ya 7 años en el enlace:
http://decimasdominicanas.blogspot.com/2008/09/jugar-pelota-china.html
2) Ver más en
http://definicion.de/carpe-diem/
2) Ver más en
http://definicion.de/carpe-diem/
1 comentario:
Hay suficientes motivos para ambos alegrías y pesares. En las últimas décadas, a pobreza extrema se ha visto reducida por casi mil millones de personas. El internet finalmente esta forzando la transparencia en todos las transacciones (Panama y Snowden, por ejemplo). Tenemos el conocimiento y los medios para eliminar el hambre de una vez por todas en nuestro atribulado planeta.
Visiteé la Repéblica Dominicana por primera vez en 1967, cuando el pais estaba a punto de convertirse en un estado fallido--Haiti era el ejemplo a emular en agrotecnología y turismo. Mucho ha progresado el pais sumido por tanto tiempo bajo la bota Trujillista. En particular en finanzas (aun dracronianas para el pueblo) comunicaciones internas e internacionales y en transporte. las remesas de los emigrantes han sido bien invertidas por sus familias--reduciendo el hambre en los campos y barrios dominicanos, y el turismo descoya como joya del Caribe. Tenemos líders como el Papa Francisco y el Presidente Obama que usan su poder para mejorar a todos en el planeta. Si, hay razones para el optimismo.
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