Un pellizco es el resultado de asir con el pulgar y otro dedo una pequeña
porción de piel y carne, apretándola de suerte que cause dolor. Por eso hablar
de unos 140 muertos en los atentados del Viernes 13 de noviembre en París es
una cifra pequeña, apenas un pellizco, cuando se le compara con las cifras
millonarias que se manejan en cualquier conflicto bélico. Pero, de que causó
dolor sazonado con horror en la piel, la carne y el espíritu, no solo de Francia sino de todas
las naciones civilizadas del mundo, no cabe la menor duda.
Estamos seguros que ese fue el espíritu de las declaraciones del Papa
Francisco al referirse a esa atroz barbarie cometida contra la Humanidad
en la Ciudad Luz, como “la Tercera Guerra Mundial librada a retazos”.
Y es que cuando vemos acciones terroristas como la voladura reciente de un avión ruso lleno de inocentes pasajeros o el flujo interminable de emigrantes sirios producto de una guerra irracional donde se mueven oscuros intereses, tenemos que concluir - para ampliar la idea del Sumo Pontífice- que nuestra mortífera especie, ahora ayudada por una desenfrenada tecnología, está definitivamente matando el mundo a pellizcos.
Y es que cuando vemos acciones terroristas como la voladura reciente de un avión ruso lleno de inocentes pasajeros o el flujo interminable de emigrantes sirios producto de una guerra irracional donde se mueven oscuros intereses, tenemos que concluir - para ampliar la idea del Sumo Pontífice- que nuestra mortífera especie, ahora ayudada por una desenfrenada tecnología, está definitivamente matando el mundo a pellizcos.
Si radicalizar posiciones fue el objetivo del
despiadado atentado en Paris, sin dudas lo han conseguido, como lo demuestra la
inmediata e implacable reacción de la aviación francesa de bombardear objetivos
estratégicos del denominado “Estado Islámico” en Siria. Más sangre, más dolor,
más pobreza en un incesante círculo vicioso, porque es justamente la pobreza el
factor que subyace a toda esa violencia.
No cesarán los atentados ni el revivir la Ley del Talión, mientras exista una Europa próspera y educada conviviendo al lado de un cordón de países pobres e ignorantes cuya mayor producción es un proletariado discriminado para preservar “el nivel de vida” de los países del Norte, ni tampoco mientras los países “desarrollados” se sigan lucrando de guerras fratricidas en pueblos que viven en medio de la pobreza.
No cesarán los atentados ni el revivir la Ley del Talión, mientras exista una Europa próspera y educada conviviendo al lado de un cordón de países pobres e ignorantes cuya mayor producción es un proletariado discriminado para preservar “el nivel de vida” de los países del Norte, ni tampoco mientras los países “desarrollados” se sigan lucrando de guerras fratricidas en pueblos que viven en medio de la pobreza.
Y de pobreza tendrán por fuerza que hablar los
representantes de los países que se reunirán justamente en París a finales
de este mes de noviembre en ocasión de la denominada Conferencia sobre el Cambio Climático, porque es la pobreza uno de los factores causantes de los daños irreversibles que el homo sapiens
viene causando al planeta y que además subyace como pieza fundamental para explicar el
origen de las guerras endémicas que asolan la Humanidad.
Sin caer en el cinismo, dudamos que a menos que en esa
Conferencia encuentren que la solución a esos complejos problemas produzca muchísimo
dinero a unos pocos, seguiremos sintiendo los pellizcos con que nos vienen
ejecutando los atroces terroristas.
Rafael Martínez Céspedes
16 de noviembre de 2015
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